Tener la convicción, interna real, de ser quien desea ser. Tener la confianza en si mismo. Tener la voluntad de tanto elegir como hacer. Tener el coraje de dar el primer acto. Tener la mente despierta para poder entender lo que sucede. Tener la facultad de discernir entre sueño y realidad. Tener el deseo de sabiduría. Tener el deseo de aprendizaje. Tener el deseo de vivir la vida. Tener el amor de vivirla para si mismo. Todas estas cosas son las que debió de encarnar antes de ser quien fue; antes de ser quien es, antes de ser quien será. En el momento del cambio todas estas cuestiones, y varias otras más, estaban latentes dentro de si. Estaban esperando el momento de revelación, el momento de darle luz a su vida y a si mismo. Cuando este momento sucedió, lo eligió como real y posible. Cuando sucedió, lo eligió para encarnar en su vida; para su vivir. Y así sucedió que el dejo de ser una imagen fantoche de si mismo. Se quitó su traje mal lavado y planchado, que tantos otros ha