Nubes grises, viento frio. Hojas cayendo y frío promiscuo. Opaco día, sin sol, con agua cayendo y mojando de cabeza a pies y de pies a cabeza, a cada charlo que pisamos. Sonidos apagados, movimientos escasos. Autos y motos; taxis por doquier. Bocinas y guiños. Todos avanzando hacia su destino, queriendo mantenerse secos. Paraguas protectores, agresivos ante los demás ya que sus dueños no prestan atención ante sus puntas y la cara ajena. Por allí se puede ver a alguien que camina sin paraguas, tan solo con una campera que algo detiene la lluvia. Su cara mirando hacia arriba, sabiendo que el agua le lava la cara; la cara que estaba sucia de tanto pensar cosas vacías y ruidos externos e internos. Allí esta este hombre caminando con soltura y a su derredor todo parece cambiar. Los arboles toman color, las baldosas danzan a sus pies y, si es que salta agua, el se ríe aceptando la situación. Para él los guiños son fiestas de colores, las bocinas tan solo pájaros artificiales.