Contar, contar, contar y contar. Sumar, restar, sumar, sumar y restar. Los números eran sus amigos, sus confidentes y hasta sus amantes. Vivía amándolos. Estaba desorbitado por ese amor. Había dejado a su mujer, olvidado a su hijo y sus dos hijas. Había olvidado hasta donde era que vivía. Recordaba su nombre, su cara y el color de sus ojos, por el reflejo que veía de él en aquel cristal que tenía frente a si. Sus manos eran su único, y mas bello, regalo. Las cuales contaban y sumaban y restaban; las cuales manipulaban los papeles y los números. Todo en su vida estaba olvidado, ya no había más nada por olvidar. Ya no había nada que se entrometiera en su romántico hacer. Estaba el y los números. Un día, todo llego a su limite; el nunca lo supo, eso lo puedo confirmar. Estaba haciendo su danza cotidiana y, sencillamente, murió. Esta fue la vida de aquella persona que bas...