Me he quejado tanto tiempo. Me he quejado tantas veces. He ordenado que las cosas sean como no estaban siendo. He resistido a las situaciones que estaban pasando y las rechazaba. Negado y renegado. Resistido y luchado. Insultado y desmoralizado. Insistido y persistido por orgullo, ego y negligencia. He vivido pensando y organizando una vida que todavía no vivía. No podía creer como las cosas me salían mal, o tan mal. No podía creer como las cosas se me hacían difíciles y como podía ser que tanto esfuerzo para cero rédito. ¿Y quien me ha dicho que las cosas eran así?. ¿Y quien me enseño y me pudo mostrar que las cosas se dan como uno ordena que se den?. ¿Por que asimilamos ideas vacías de realidad?; porque, seamos honestos, todas las personas que nos han enseñado a que se tiene que lograr lo que uno quiere, como uno quiere y cuando uno quiere no han mostrado, en su vida cotidiana, que ese accionar sea algo real en si mismo. No hablo de resignarse ni de abandonarse; tampoco h