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Mostrando las entradas de agosto 21, 2013

En aquella glorieta

Ella se fue, el se quedó. Decidió esperarla. Su amor era más grande que el seguir con su vida. El confiaba en que ella iba a darse cuenta de su hacer e iba a volver. Acepto que iba a tomarse el tiempo pertinente, pero que ella regresaría. Comenzaron a pasar los días y el seguía esperándola, sentado en aquella banca de aquella plaza. La glorieta le suministraba reparo de las lluvias, del sol y del rocío de cada madrugada. Con los días llegaron las semanas y con estas, los meses. Él permanecía allí, sentado. Permanecía fiel a su idea y sentimiento. Permanecía sentado en aquella banca, debajo de aquella glorieta, esperando... esperándola. Confiaba en que ella iba a volver, que iba a llegar; que se iba a dar cuenta de su error. Los meses cambiaron a años y ya se perdió la noción de tiempo. Ya se medía por eternidad. Siguió sentado mientras los días marcaban su piel y las noches su alma. Siguió esperándola el los días malos y aun en los días buenos. Mantuvo su convicción. Mantuvo su
Olfato - Por fecha 01/07/2013 -  Matías Hugo Figliola