Se agolpan los recuerdos. Las imágenes sentidas de los lagos en los que estuve nadando, relajando y tomando agua. Los sonidos de los ríos que he escuchado y que no he encontrado, ocultos en las montañas, en las planicies, en los bosques o en las selvas. Las cascadas que pude ver de a escasos centímetros; pudiendo distinguir las gotas entre las gotas. Viéndolas salirse del trayecto del río, creando su propio afán camino y explotando en las rocas cercanas, fusionándose con los helechos que allí saben esperar a estas intrépidas gotas. Así también existen las cascadas que he visto de tantos cientos de metros o hasta algunos kilómetros. Imaginándome sus caídas y sus saltos, sus pequeñas lagunas y sus helechos; cascadas que no he conocido en persona y con las cuales me he vinculado. El río de la plata. Los ríos congelados del sur. Los ríos cálidos originados del Perú. Ríos, lagos y lagunas. Lluvias que me mojan de arriba hacia abajo y, en su rebotar, mojan de abajo hacia arriba. Tan