Se encontraba sentado sobre su asiento en el tren. Estaba aburrido ya que un niño pequeño se aburre al estarse quieto, sin mover sus extremidades ni poder estar experimentando cosas y viviendo fantasías llevadas a la realidad en base a sus juguetes. Él tan solo tenía diez años y debía acatar la orden de su mamá y su papá, quienes habían sido bien claros en su sentencia; ya que hay una diferencia entre un pedido, un aviso y una sentencia. Le notificaron, no muy amorosamente, que si se llegaba a mover iba a recibir una especie de correctivo, por no decirse una tunda bien -mal- propiciada. Sabiendo que esto era verdad el permanecía quieto, aburriéndose y conteniéndose para no hacer nada que disgustara. Su cara estaba cerca de la ventana, miraba hacia afuera y miraba a la gente pasar, a los hombres cargando cajas y bolsos. A las madres llevando a bebes y acompañando o siendo acompañadas de sus maridos. Su diversión pasaba por aquel lugar cuadrado que le permitía ver la posibilidad d