El poseer las cosas, es algo agradable para el ser humano; mas el ciclo virtuoso demuestra que el poseer es bien llamado estancamiento.
Que el verdadero ciclo de las cosas, de todas las cosas desde el átomo hasta el universo, es el del constante cambio.
Para el ser humano, este "constante cambio" se refiere a la acción divina de dar y a la misma acción divina de recibir. Ambas acciones son divinas y, también, son lo mismo.
Sin una no hay otra, uno se encuentra en los dos puntos al hacer alguno de los dos puntos.
Uno es dador al dar algo y es receptor al hacer la misma acción. Es la constante del todo.
El ciclo, el constante cambio y el equilibrio divino.
Todo esta entrelazado, como se ve en la teoría de las cuerdas que los científicos han desarrollado.
Nada y todo son lo mismo.
El acontecer de algo no es bueno ni malo, es solo acontecer; el universo no se puede dar el lujo de juzgar a nada ni a nadie.
Acepta el suceso por si mismo; permite el flujo, no retiene.
Todo siempre es bello; lo que sucede en este momento es lo que debe suceder.
No busca explicación, experiencia y sigue en su existir sin remordimiento, rencor, recelo, ni bronca; como tampoco sigue queriendo retener ese momento por lo "lindo" que fue.
Cuando el hombre comprende que el equilibrio rige en el universo, tanto dentro como fuera del cuerpo, entra en un estado de calma donde no reniega ni retiene. Donde acepta el fluir y donde fluye en ese suceder.
Cuando el hombre toma conciencia del constante cambio, es cuando abre las manos y permite que la flor que retenía por su belleza, belleza que ya se ha ido porque se ha marchitado, vuele para ser parte de otro proceso y que en esta mano libre pueda caer una gota de lluvia, dándole una nueva experiencia a su existencia.
Cuando el hombre experiencia el ciclo, concibe la eternidad. Suelta la ideología del pasado, del presente y el futuro. Se desliza de las normativas sociales y entiende que nunca morimos; nunca dejamos de ser. Y que el único momento que existe para ser, es el ahora.
A cada milésima de segundo sucede un ahora y nos preocupamos en el ayer o el mañana; ¿Y cuando estos momentos llegan? Nunca. Solo sirven para aislarnos de nosotros mismos.
Amor. Eternidad. Conciencia y liberación.
Que el verdadero ciclo de las cosas, de todas las cosas desde el átomo hasta el universo, es el del constante cambio.
Para el ser humano, este "constante cambio" se refiere a la acción divina de dar y a la misma acción divina de recibir. Ambas acciones son divinas y, también, son lo mismo.
Sin una no hay otra, uno se encuentra en los dos puntos al hacer alguno de los dos puntos.
Uno es dador al dar algo y es receptor al hacer la misma acción. Es la constante del todo.
El ciclo, el constante cambio y el equilibrio divino.
Todo esta entrelazado, como se ve en la teoría de las cuerdas que los científicos han desarrollado.
Nada y todo son lo mismo.
El acontecer de algo no es bueno ni malo, es solo acontecer; el universo no se puede dar el lujo de juzgar a nada ni a nadie.
Acepta el suceso por si mismo; permite el flujo, no retiene.
Todo siempre es bello; lo que sucede en este momento es lo que debe suceder.
No busca explicación, experiencia y sigue en su existir sin remordimiento, rencor, recelo, ni bronca; como tampoco sigue queriendo retener ese momento por lo "lindo" que fue.
Cuando el hombre comprende que el equilibrio rige en el universo, tanto dentro como fuera del cuerpo, entra en un estado de calma donde no reniega ni retiene. Donde acepta el fluir y donde fluye en ese suceder.
Cuando el hombre toma conciencia del constante cambio, es cuando abre las manos y permite que la flor que retenía por su belleza, belleza que ya se ha ido porque se ha marchitado, vuele para ser parte de otro proceso y que en esta mano libre pueda caer una gota de lluvia, dándole una nueva experiencia a su existencia.
Cuando el hombre experiencia el ciclo, concibe la eternidad. Suelta la ideología del pasado, del presente y el futuro. Se desliza de las normativas sociales y entiende que nunca morimos; nunca dejamos de ser. Y que el único momento que existe para ser, es el ahora.
A cada milésima de segundo sucede un ahora y nos preocupamos en el ayer o el mañana; ¿Y cuando estos momentos llegan? Nunca. Solo sirven para aislarnos de nosotros mismos.
Amor. Eternidad. Conciencia y liberación.
Matías Hugo Figliola
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