He perdido algo que tenia un gran valor en mi. He perdido algo, se ha roto; ha dejado de ser lo que era. He sentido que con ello, con ese suceso doloroso, yo me rompía y dejaba de ser el mismo.
He tenido una tristeza por el hecho de no tenerlo mas.
Pues esos han sido solo los primeros segundos. A los pocos segundos, literalmente dos o tres, pude desapegarme del ego, del retener, de la posesión y del querer que las cosas sean como yo quiero que sean.
Acepte el suceso, un suceso triste pero del que no podía interferir.
Todas las cosas tienen su ciclo, tienen su tiempo. Todo evoluciona.
Así fue que me paso, hace dos días, que un objeto se rompió, dejo de ser lo que era. Y pude ver como evolucionaba. Como evolucionaba yo, y el objeto.
Pude, y puedo, recordar al objeto y todos los momentos que ha estado conmigo; que han sido más de siete años. Agradezco y acepto lo que paso.
He aprendido, o recordado, a valorar las cosas por lo que valen en mi, no por lo que son. El objeto en cuestión no esta como estaba, pero en mi sigue estando tan latente como cuando estaba entero.
Eso es encarnar la eternidad. Poder estar en conexión con el todo, en todos sus momentos. Y hasta vibrar, en este caso ese objeto, y crearlo nuevamente aun sin una forma física.
Esa es la necesidad humana, la forma física. Poder tocar, porque piensa que el tocar crea; cuando en verdad, el tocar es un sentido y nada más que ello.
Las cosas, TODO, existe. Todo esta. Todo es.
Que lo que tenemos de humano no nos ciegue para ver lo que podemos ver como seres -de luz- en condición humana que somos.
Matías Hugo Figliola
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