Me acuerdo de que cansado de no encontrar lo que quería leer, comencé a escribirlo; al fin y al cabo, era la mejor salida para mi, la tarea mas digna para el anarquista que soy. Ademas, era el mas bello camino hacia la libertad que soñaba más que a la sabiduría.
Cansado de fracasar en la realidad, la esperanza se me acercaba en la ficción para que encandilara con mis luces a la oscuridad social.
Escribir no era escapar sino saltar al vacío, aumentar la agitación el movimiento del centro de la existencia, escribir era acometer contra todo, huir de la monotonía, de la esterilidad de las tareas sociales.
Si el universo tiene una lógica, solo nos podemos acercar a ella por la osadía gracias a la cual aprendemos que no hay nada como crear a partir del punto mas débil.
La osadía no depende de la fe ni de la técnica ni del conocimiento; viene de la extraña certidumbre que conservamos del animal al que nunca gobernara nuestro intelecto. La osadía nos lleva al punto cero, a la nada donde vive todo, ese todo que jamas podremos describir con palabras, aunque cante en todo lo que escribimos.
Cansado de fracasar en la realidad, la esperanza se me acercaba en la ficción para que encandilara con mis luces a la oscuridad social.
Escribir no era escapar sino saltar al vacío, aumentar la agitación el movimiento del centro de la existencia, escribir era acometer contra todo, huir de la monotonía, de la esterilidad de las tareas sociales.
Si el universo tiene una lógica, solo nos podemos acercar a ella por la osadía gracias a la cual aprendemos que no hay nada como crear a partir del punto mas débil.
La osadía no depende de la fe ni de la técnica ni del conocimiento; viene de la extraña certidumbre que conservamos del animal al que nunca gobernara nuestro intelecto. La osadía nos lleva al punto cero, a la nada donde vive todo, ese todo que jamas podremos describir con palabras, aunque cante en todo lo que escribimos.
Facundo Cabral
- Por fecha 01/12/2012 -
Matías Hugo Figliola
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