En el enojo estamos perdidos.
Con el enojo brota la ira, la frustración. La denuncia de mi carencia, de la peor forma; lastimando al otro.
Y sintiéndonos lastimados por el otro es como lo lastimamos; y sentimos que es así porque estamos condicionados y con prejuicios de que esta es la verdad, y señores y señoras disculpen que les diga pero todo eso es reacción sin pensar, tan solo uno reacciona a estímulos que nos tienen condicionados.
Un enojo mal conducido termina en alguien como yo, dijo una vez Ramón que fue el tío no querido de su familia, porque siempre traía pálidas y demandaba amor. Y el amor no se demanda y, si vamos a llevar cosas de uno para otro lado que sean cosas con amor, alegría, fraternidad, sonrisas y de buen gusto.
El enojo nos puede sacar del momento mas glorioso de nuestras vidas. Nos quita del presente, nos aísla y nos llena la cabeza con cosas que no valen ni su peso en aire.
Por el enojo se han librado batallas; se han asesinado a reyes, y estos han asesinado a bufones.
Por el enojo se ha perdido a la pareja que uno amo, y ama aunque lo niegue por estar enojado.
Por el enojo del padre el niño se ha perdido de comer el postre preferido, por no terminar su comida. Y por el enojo del niño, el se perdió de poder jugar con sus juguetes porque por el enojo del padre no pudo comer su postre.
El enojo solo es la punta por la que el miedo, las inseguridades, la falta de comunicación y el orgullo (que en verdad no es orgullo, sino consejos del miedo y confirmaciones -erróneas- de que tu estado esta merecido).
Por ese agujero que uno deja, que es ínfimo, se filtra todo de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
Es decir que por el enojo nos vaciamos de lo que somos y nos llenamos de lo que no somos. Y así es como sucede que cuando estamos enojados -vibrando eso- estamos perdidos.
Y por ello dije y repito: En el enojo estamos perdidos.
Con el enojo brota la ira, la frustración. La denuncia de mi carencia, de la peor forma; lastimando al otro.
Y sintiéndonos lastimados por el otro es como lo lastimamos; y sentimos que es así porque estamos condicionados y con prejuicios de que esta es la verdad, y señores y señoras disculpen que les diga pero todo eso es reacción sin pensar, tan solo uno reacciona a estímulos que nos tienen condicionados.
Un enojo mal conducido termina en alguien como yo, dijo una vez Ramón que fue el tío no querido de su familia, porque siempre traía pálidas y demandaba amor. Y el amor no se demanda y, si vamos a llevar cosas de uno para otro lado que sean cosas con amor, alegría, fraternidad, sonrisas y de buen gusto.
El enojo nos puede sacar del momento mas glorioso de nuestras vidas. Nos quita del presente, nos aísla y nos llena la cabeza con cosas que no valen ni su peso en aire.
Por el enojo se han librado batallas; se han asesinado a reyes, y estos han asesinado a bufones.
Por el enojo se ha perdido a la pareja que uno amo, y ama aunque lo niegue por estar enojado.
Por el enojo del padre el niño se ha perdido de comer el postre preferido, por no terminar su comida. Y por el enojo del niño, el se perdió de poder jugar con sus juguetes porque por el enojo del padre no pudo comer su postre.
El enojo solo es la punta por la que el miedo, las inseguridades, la falta de comunicación y el orgullo (que en verdad no es orgullo, sino consejos del miedo y confirmaciones -erróneas- de que tu estado esta merecido).
Por ese agujero que uno deja, que es ínfimo, se filtra todo de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
Es decir que por el enojo nos vaciamos de lo que somos y nos llenamos de lo que no somos. Y así es como sucede que cuando estamos enojados -vibrando eso- estamos perdidos.
Y por ello dije y repito: En el enojo estamos perdidos.
- Por fecha 11/12/2012 -
Matías Hugo Figliola
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