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La noche aquella

El sol se escondía, y con él el ultimo rayo de luz. Aquel rayo de luz que era su única y, ahora también, última esperanza.
Lucho de cualquier forma para retener la luz, el reflejo y hasta el destello. Lucho para que las nubes no taparan a la luna, que haría de eco del sol mientras este no este.
Hizo todo cuanto pudo, y aún más.
El sol se escondió tras el horizonte. Las nubes cubrieron a la luna, la cual estaba en su faceta creciente.

No pudo hacer otra cosa que gritar, ubicar su espalda contra una pared de piedras; tomar en su mano derecha una piedra de un tamaño grande y aun asi manipulable. En su mano izquierda tomo un palo, el cual si se lo veía detenidamente no iba a servir para defensa alguna.

Grito, se acurrucó y temblo. Pidió con pavor por su vida, pidió con angustia por su muerte. Pidio todo lo que podía pedir, desde todos los lugares que se le presentaban en su mente.

Pasaron tan solo decenas de minutos y para el habian pasado decenas de vidas. La angustia, la agonía, el miedo y el dolor que estaban dentro de él solo son entendibles por alguien que haya pasado tales sendas, no son explicables con palabras. Y el tampoco lo podía explicar.
Habiendo transcurrido una hora, ya había tirado la piedra a algo, o alguien, que podía ser, como no, este en el lugar donde direccionó su proyectil. El palo ya no servía porque en sus ademanes de demostrar su fiereza lo rompio, cosa que no era complicada ya que era un palo viejo y seco.

El tiempo paso y el lo vivió como si fuesen siglos, siglos de angustia, siglos de agonía, siglos de miedo y de dolor. Siglos que lo llevaron a que se arranque los pelos y rompa su ropa. Siglos que lo hicieron llorar y lo llevaron a una posición fetal.
Siglos que le mostraron que su agonía iba a ser eterna...

Habiendo pasado miles de siglos, o tan solo una hora y media, la situación cambió. Hubo algo diferente en él.
Vio que su estado no lo nutría ni lo extinguía. Vio que ningun "alguien" o "algo" lo había comido, rasguñado, golpeado, ni siquiera tocado.
Hubo un segundo de lucidez dentro suyo; y con ese segundo pudo alumbrar lo que el pensaba estaba fuera de él.

Vio sus miedos, su angustia, su inseguridad, su dolor y su pena. Vio también que el era más que eso y que no dependia de nadie mas que de si mismo.
Utilizo como asistente la imagen del sol y la duplico en él. El paso a ser su luz, su calor. El paso a ser el centro de su confianza.
Con él todo vivia, todo brillaba. Con él, él vivía.

Vio a su miedo y pudo entenderlo, vio a su inseguridad y pudo sonreirle; escucho a su angustia y pudo consolarla. Su dolor y su pena estuvieron en el y pasaron a ser amor y alegría.

En la noche más oscura de su vida; en la noche más extensa de su vida él pudo cambiar su rumbo en un segundo.

Luego de ello, se distendió física y mentalmente. Su cuerpo tomo una posición de placer, como cuando estaba en el vientre de su madre y su mente tomo la consciencia de que esa noche era parte del día de su vida.
Que nada podía ni iba a sucederle mas que aprendizaje.

Agradeció al sol, a la luna, a las nubes, al palo y a la piedra. Agradeció a todo cuanto sintió lo había ayudado y había interactuado en ese momento de aprendizaje.

Cerro sus ojos, sonrio su corazon y su boca puso la firma final antes de irse a dormir esa noche.

- Por fecha 22/01/2013 - 

Matías Hugo Figliola

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