Un sueño mal soñado, y él se había despertado con transpiración en su frente.
La angustia estaba sentada sobre su pecho y no le permitía respirar.
La duda de si había sido un sueño o una realidad le confundía si ahora estaba en un sueño o en la realidad.
Todos los sentidos estaban confundidos, tanto como el receptor de los sentidos. Todavía había una conexión entre su sueño y su vigilia, entre su despertar y su irrealidad.
Ambas cosas se conformaban en una, como suele suceder en momentos de sueños muy profundos y de despertares ligados a esos sueños.
El seguía sentado en su cama, sin mover un musculo. Seguía debatiendo que era y que es, que paso y que pasa. Quien estuvo y quien está.
Muchas interrogantes se le presentaban, muchas dudas e incertidumbres. Nombres, decisiones, elecciones, imágenes, visiones, paisajes, ruidos, voces... y tantas otras cosas más; todo estaba fusionado en un momento que no tiene nombre. Ese momento en que todo es uno y que no hay modo de separar uno del otro.
Así se despertó él, de ese dormir. Así comenzó su día; con muchas experiencias vividas, aun sin haber comenzado el mismo.
Así comenzó él; viendo que ese viaje que había hecho, de alguna forma representaba algo en su realidad, en su vivir despierto.
Y no quedó otra opción. Se levanto de su cama, se cambió y se dirigió a hacer lo que hace todos los días.
Por dentro todo era diferente, nuevas ideas e imágenes. Nuevas situaciones y elecciones.
Por dentro, un nuevo individuo; por fuera una rutina sin cambios.
Y él estaba feliz de haber vivido ese sueño y de haber soñado ese día. Estaba dispuesto, y disponible, a fusionar ambos dos momentos en una realidad vivenciada.
Y a por ello fue, y ese día fue igual aunque dentro suyo su determinación y su postura en su vida cambió.
La angustia estaba sentada sobre su pecho y no le permitía respirar.
La duda de si había sido un sueño o una realidad le confundía si ahora estaba en un sueño o en la realidad.
Todos los sentidos estaban confundidos, tanto como el receptor de los sentidos. Todavía había una conexión entre su sueño y su vigilia, entre su despertar y su irrealidad.
Ambas cosas se conformaban en una, como suele suceder en momentos de sueños muy profundos y de despertares ligados a esos sueños.
El seguía sentado en su cama, sin mover un musculo. Seguía debatiendo que era y que es, que paso y que pasa. Quien estuvo y quien está.
Muchas interrogantes se le presentaban, muchas dudas e incertidumbres. Nombres, decisiones, elecciones, imágenes, visiones, paisajes, ruidos, voces... y tantas otras cosas más; todo estaba fusionado en un momento que no tiene nombre. Ese momento en que todo es uno y que no hay modo de separar uno del otro.
Así se despertó él, de ese dormir. Así comenzó su día; con muchas experiencias vividas, aun sin haber comenzado el mismo.
Así comenzó él; viendo que ese viaje que había hecho, de alguna forma representaba algo en su realidad, en su vivir despierto.
Y no quedó otra opción. Se levanto de su cama, se cambió y se dirigió a hacer lo que hace todos los días.
Por dentro todo era diferente, nuevas ideas e imágenes. Nuevas situaciones y elecciones.
Por dentro, un nuevo individuo; por fuera una rutina sin cambios.
Y él estaba feliz de haber vivido ese sueño y de haber soñado ese día. Estaba dispuesto, y disponible, a fusionar ambos dos momentos en una realidad vivenciada.
Y a por ello fue, y ese día fue igual aunque dentro suyo su determinación y su postura en su vida cambió.
- Por fecha 27/04/2013 -
Matías Hugo Figliola
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