Acaricio la almohada que me acaricia a su vez. Juego con un animal que juega conmigo al mismo momento.
Vivo experiencias que no son ajenas a los demás. Vivo y siento como todos. Escucho mis voces y mis pulsaciones.
Puedo decir y gritar. Puedo abrir mi boca y permitir que en ella entren los gritos que no saco. Le doy espacio al universo que grite dentro mio para hacerme recordar que es gritar en verdad; si tan solo es expresar lo que uno siente.
Me veo caminando frente a una vidriera. Aquel hombre que me mira, se ríe. Nos reímos porque entiendo que yo también me río.
El reflejo de mi mismo juega conmigo, haciéndose pasar por un otro que no me conoce y con el jugamos a desentender a la gente que mira sin comprender que es lo que hacemos.
Un te entre tantos Mc. Un te entre tantos Stars.
Un simple pantalón con una simple remera entre tantos Guess, entre tantas Polo.
Unas simples alpargatas, blancas, entre tantas Pipas, entre tantas 3 Rayas.
Jugando a estar entre ellos es como me recuerdo que estoy jugando en aquel juego que es la vida.
Me recuerdo y me pongo cómodo. Me distiendo y me libero de tantos pesos que no son míos sino de ellos; ya no son míos, he decidido dejarlos en la hoguera de la libertad.
Así estoy, así me encuentro. Y lo bello de encontrarse es el encontrarse porque no basta reflejarse ni maquillarse. Porque no basta vender una imagen ni vender el cuerpo.
Todo perece en el momento de la verdad; las mentiras quedan consumidas por ellas mismas porque no hay otro modo de subsistir que canivalizándose.
Es por ello que la verdad te hará libre. Libre de libertad, libre de vuelo y risa; libre como la piedra que vuela por los aires o la lombriz que pasea por bajos los pies de tantos hombres que nos creemos tan importantes que estamos atrapados en mandatos, trabajas, tapujos, miedos y frustraciones.
Y así me quedo yo, sentado en un lugar y caminando en otro lugar. Conmigo mismo.
Así veo las cosas, que pasan y se quedan; que pasan y se van. Conmigo mismo
- Por fecha 08/06/2013 -
Matías Hugo Figliola
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