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El capítulo 11

Comienza un libro, y como comienza también termina.
Esta escrito que así sea, como también esta escrito el libro en la mente del que lo escribe.

Este libro comenzó con una narración detallada, minuciosamente, de un lugar especifico. De aquel lugar donde estaba él esperando a que sucediera lo que siempre sucedía a aquella hora; el timbre de su reloj para avisarle que ya era hora.
Este libro finalizo con una desnarración fatídica de otro suceso más de aquellos que suceden a los términos abruptos de los días, de las noches, de las vidas.

Lo que el escritor sintió, desde antes de escribir el libro, era que debía escribir un libro para justificar su capítulo.
Su capítulo era el poder expresar en una carilla y media algo que tenía atragantado en su vida, en su garganta; era algo que lo tenía a mal respirar, a mal traer, a mal vivir... a mal escribir.

Cuando por fin llego a ese capítulo, se desquito con el libro y puso lo que deseaba plasmar hace tanto tiempo ya. El libro fue seccionado y dentro de el se ubico el corazón del escritor, con una maestría tan exacta que nadie, nunca, se daría cuenta de aquella operación.

Y así termino un libro. Y así comenzó un libro.
Y así un escritor pudo quitarse aquello que lo tenía doblado a la mitad de su garganta, y manos, impidiéndole escribir algo nuevo o diverso.

¿Y que hay sobre ese capítulo, se preguntarán?. Sobre ese capítulo no hablaré, es algo tan privado de este escritor que sería traicionar su confianza. Solo puedo decir que quedo tan bello dentro del libro.
Parecía ubicado como por un ángel. Nadie nunca se dará cuenta de la magia que existe en aquel capítulo. En ese tan menospreciado capítulo 11 de una carilla y media

Esto podría suceder con todos los libros; con todos los capítulos. Esto es lo que me ha contado este escritor, realizando una confesión más que de él, una confesión de los escritores.

- Por fecha 04/08/2013 - 

Matías Hugo Figliola

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