Un hombre estaba flotando en una laguna totalmente estancada y podrida, hasta podría decidirse que ese lugar era indeseable por cualquiera.
El aroma le atormentaba y el recién estaba comenzando a hundirse.
Las nauseas crecían por su esófago mientras sus rodillas estaban sumergiendose en ese agua.
La desesperacion lo estaba consumiendo mientras el agua rozaba su barbilla.
Y allí se detuvo todo. Allí freno el hundirse.
En tal momento el dijo "Que bueno, no me sigo hundiendo".
Así paso otros siete años de su vida, ya que solo se tiene una vida como todos nosotros, había aceptado su realidad.
Estaba en ese lugar, tapado hasta el cuello de agua estancada, podrida, holorienta y nauseabunda. Estaba comodo allí, porque aquello era mejor que estar con ese agua tapandole su nariz.
Por allí pasa un honbre, mirandolo como entre sorprendido y sabedor de lo que sucedía. Disminuye su andar hasta llegar al momento de su pausa y, en aquel preciso momento, lo saluda con un movimiento de su mano mientras le pregunta: "¿y qué haces allí dentro?".
A lo que el hombre que se encontraba, raramente, dentro de una laguna podrida le responde con mucha tranquilidad y pacividad: "Estoy hundido pero hasta el cuello nomás. Estoy bien."
Escuchando esta respuesta, reformula la pregunta que en verdad desea hacer pero que todavía no es el momento, y dice: "¿Y por qué llegaste ahí en primer lugar?"
-"Entre caminando", responde sin saber lo que había escapado de su boca. Siempre había sentido que él fue absorbido por el agua aquella. Su inconciente le ha mentido o el mismo se ha mentido, eso lo deja pensando.
Este pensamiento es sacudido a una próxima pregunta que llego como una lanza.
"¿y por qué no salis de allí?" pregunto; y esperando unos tres segundo en silencio. En ese tiempo ve el silencio en la persona, no es su palabra sino en su interior, esa incertidubmre de realidad. En ese silencio que muestra miedos e inseguridades. Es ese mismo silencio que da el pie para que el interrogador pueda seguir con el diálogo.
"Salí. Deja de tener miedo a la vida. No necesitas estar viviendo con sufrimiento. La vida es vida, no es padecer ni sufrir, ni no ser tan miserable, ni tantas cosas justificatorias más.Vení.
Vení a donde te guste vivir, hace lo que te gusta hacer. Representate, no te niegues. El miedo consume, consume a tu voluntad y con ella a tu vida.
Entendé lo que debes hacer, y hacelo. Que tu voluntad sea tu fuerza y que nadie, ni nada pueda detenerte.
Hace a tu deseo. Hace a tu volunbtad.
Vivi tu vida, no se la dejes empeñaza a la postergación."
Y luego de una sutil, y pequeña, risa dice: "Levantate y anda. Habitá tu vida."
Cuando reacciona de lo que se le había dicho, que le había llovido como una suave brisa pero que le había percutido hasta el corazón, el vió que no estaba más ese hombre. Igual ya no había nada más que hablar; ya eran de más las palabras, ya había que hacer.
Y él hizo, simplemente salió caminando de aquellas aguas y vió cual era la realidad de sus posibilidades y su situación. Analizó en su interior y eligió desde su corazón.
Luego se echo a caminar, habiendo elegido hacia donde ir; haciendolo siempre despierto. Dispuesto y, ahora también, disponible a vivir la vida que lo represente.
De lejos el sabio lo vió. Rió placidamente, como rien los niños. "Siempre se debe intervenir, en los momentos propicios; y siempre se debe permitirse ser invervenido, para comprender mejor la vida.", penso para sus adentro, como reflexión.
Luego, tan solo se esfumó
El aroma le atormentaba y el recién estaba comenzando a hundirse.
Las nauseas crecían por su esófago mientras sus rodillas estaban sumergiendose en ese agua.
La desesperacion lo estaba consumiendo mientras el agua rozaba su barbilla.
Y allí se detuvo todo. Allí freno el hundirse.
En tal momento el dijo "Que bueno, no me sigo hundiendo".
Así paso otros siete años de su vida, ya que solo se tiene una vida como todos nosotros, había aceptado su realidad.
Estaba en ese lugar, tapado hasta el cuello de agua estancada, podrida, holorienta y nauseabunda. Estaba comodo allí, porque aquello era mejor que estar con ese agua tapandole su nariz.
Por allí pasa un honbre, mirandolo como entre sorprendido y sabedor de lo que sucedía. Disminuye su andar hasta llegar al momento de su pausa y, en aquel preciso momento, lo saluda con un movimiento de su mano mientras le pregunta: "¿y qué haces allí dentro?".
A lo que el hombre que se encontraba, raramente, dentro de una laguna podrida le responde con mucha tranquilidad y pacividad: "Estoy hundido pero hasta el cuello nomás. Estoy bien."
Escuchando esta respuesta, reformula la pregunta que en verdad desea hacer pero que todavía no es el momento, y dice: "¿Y por qué llegaste ahí en primer lugar?"
-"Entre caminando", responde sin saber lo que había escapado de su boca. Siempre había sentido que él fue absorbido por el agua aquella. Su inconciente le ha mentido o el mismo se ha mentido, eso lo deja pensando.
Este pensamiento es sacudido a una próxima pregunta que llego como una lanza.
"¿y por qué no salis de allí?" pregunto; y esperando unos tres segundo en silencio. En ese tiempo ve el silencio en la persona, no es su palabra sino en su interior, esa incertidubmre de realidad. En ese silencio que muestra miedos e inseguridades. Es ese mismo silencio que da el pie para que el interrogador pueda seguir con el diálogo.
"Salí. Deja de tener miedo a la vida. No necesitas estar viviendo con sufrimiento. La vida es vida, no es padecer ni sufrir, ni no ser tan miserable, ni tantas cosas justificatorias más.Vení.
Vení a donde te guste vivir, hace lo que te gusta hacer. Representate, no te niegues. El miedo consume, consume a tu voluntad y con ella a tu vida.
Entendé lo que debes hacer, y hacelo. Que tu voluntad sea tu fuerza y que nadie, ni nada pueda detenerte.
Hace a tu deseo. Hace a tu volunbtad.
Vivi tu vida, no se la dejes empeñaza a la postergación."
Y luego de una sutil, y pequeña, risa dice: "Levantate y anda. Habitá tu vida."
Cuando reacciona de lo que se le había dicho, que le había llovido como una suave brisa pero que le había percutido hasta el corazón, el vió que no estaba más ese hombre. Igual ya no había nada más que hablar; ya eran de más las palabras, ya había que hacer.
Y él hizo, simplemente salió caminando de aquellas aguas y vió cual era la realidad de sus posibilidades y su situación. Analizó en su interior y eligió desde su corazón.
Luego se echo a caminar, habiendo elegido hacia donde ir; haciendolo siempre despierto. Dispuesto y, ahora también, disponible a vivir la vida que lo represente.
De lejos el sabio lo vió. Rió placidamente, como rien los niños. "Siempre se debe intervenir, en los momentos propicios; y siempre se debe permitirse ser invervenido, para comprender mejor la vida.", penso para sus adentro, como reflexión.
Luego, tan solo se esfumó
- Por fecha 24/08/2013 -
Matías Hugo Figliola
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