Escuchaba música francesa, sentado en su sillón. Recostado y relajado. Un vino danzaba entre sus manos a la pequeña mesa que estaba a su derecha.
Cada probada de ese brebaje era un impulso para irse mas a aquella Francia que nunca recorrió ni conoció todavía.
La tarde ponía su toque rojizo por entre los arboles que estaban fuera de su ventana, y las cortinas hacían lo suyo para desenfocar la ciudad que estaba escondida entre el árbol y el sol.
Se sentía flotar, y no era por el alcohol. Se sentía gozar y no era por porque ya se había tomado una copa. Se sentía de esta forma porque estaba en un momento de estado de relajación; que es el mejor momento para despertar los sentidos y estar vinculado a uno mismo.
Se sentía flotar porque se había quitado el peso del día cotidiano y las obligaciones asfixiantes. Se sentía en estado de gozo porque estaba consciente de que estaba sentado allí, tomando eso, viendo aquello, escuchando esto; estaba gozando de estar consciente de su vida, de su presente.
Se encontraba absorto, podía decir quien lo viese de afuera. Se encontraba despierto, atento, vivo, podía decir el desde su lugar.
Esta música lo llevaba a una Francia, este vino lo llevaba a una montaña en los andes argentinos. Ese ocaso lo transportaba a las calmas playas indias. Esa ciudad difusa, detrás de una cortina, lo invitaba a sentirse en el bullicio de Nueva York.
Allí fue cuando recordó, ya que no era la primera vez que se había dado cuenta, que esta conectado con todo en todo momento; que tan solo nosotros nos desconectamos de nosotros mismos y desde este quiebre nos desconectamos del todo.
Sabiendo todo esto, se dió cuenta que el alcohol era una herramienta, como así también el sol, la cortina, el árbol, el viento, la música, el sillón y hasta el aire. Allí vio que todo es para ser aplicado, utilizado amorosamente, y ser multiplicado desde ese estado consciencia.
Recordó que aquí y ahora no son aquí y ahora en tiempo ni lugar. Aquí y ahora son en relación a estado de consciencia.
Aquí y ahora son sinónimos, es presente; es constante eterno. Es sencillamente habitar el propio espacio.
Recordó, porque es algo sabido ya. Es algo latente esperando a ser liberado dentro nuestro. Ahora, aquí... eternamente presente en uno mismo; consciente de lo que somos y de lo que conformamos parte de.
Allí se vio el en tantos lugares, tantos estados; con tanta gente y con tantas vidas. Allí vio a la separación, que es un invento del hombre, caer como un castillo de naipes, que es otro invento del hombre.
Recordó y despertó. Ahora anda despierto y aplicado. Y cada vez que su brújula interna le muestra que esta perdiendo su "norte" el tan solo recuerda el estado que vivió aquella tarde, en aquel sillón, con aquella música, en aquella ciudad y con ello recuerda donde es aquí y ahora, y todo pierde relativa importancia; y sonríe como un niño, y siente la vida en todo su esplendor.
Cada probada de ese brebaje era un impulso para irse mas a aquella Francia que nunca recorrió ni conoció todavía.
La tarde ponía su toque rojizo por entre los arboles que estaban fuera de su ventana, y las cortinas hacían lo suyo para desenfocar la ciudad que estaba escondida entre el árbol y el sol.
Se sentía flotar, y no era por el alcohol. Se sentía gozar y no era por porque ya se había tomado una copa. Se sentía de esta forma porque estaba en un momento de estado de relajación; que es el mejor momento para despertar los sentidos y estar vinculado a uno mismo.
Se sentía flotar porque se había quitado el peso del día cotidiano y las obligaciones asfixiantes. Se sentía en estado de gozo porque estaba consciente de que estaba sentado allí, tomando eso, viendo aquello, escuchando esto; estaba gozando de estar consciente de su vida, de su presente.
Se encontraba absorto, podía decir quien lo viese de afuera. Se encontraba despierto, atento, vivo, podía decir el desde su lugar.
Esta música lo llevaba a una Francia, este vino lo llevaba a una montaña en los andes argentinos. Ese ocaso lo transportaba a las calmas playas indias. Esa ciudad difusa, detrás de una cortina, lo invitaba a sentirse en el bullicio de Nueva York.
Allí fue cuando recordó, ya que no era la primera vez que se había dado cuenta, que esta conectado con todo en todo momento; que tan solo nosotros nos desconectamos de nosotros mismos y desde este quiebre nos desconectamos del todo.
Sabiendo todo esto, se dió cuenta que el alcohol era una herramienta, como así también el sol, la cortina, el árbol, el viento, la música, el sillón y hasta el aire. Allí vio que todo es para ser aplicado, utilizado amorosamente, y ser multiplicado desde ese estado consciencia.
Recordó que aquí y ahora no son aquí y ahora en tiempo ni lugar. Aquí y ahora son en relación a estado de consciencia.
Aquí y ahora son sinónimos, es presente; es constante eterno. Es sencillamente habitar el propio espacio.
Recordó, porque es algo sabido ya. Es algo latente esperando a ser liberado dentro nuestro. Ahora, aquí... eternamente presente en uno mismo; consciente de lo que somos y de lo que conformamos parte de.
Allí se vio el en tantos lugares, tantos estados; con tanta gente y con tantas vidas. Allí vio a la separación, que es un invento del hombre, caer como un castillo de naipes, que es otro invento del hombre.
Recordó y despertó. Ahora anda despierto y aplicado. Y cada vez que su brújula interna le muestra que esta perdiendo su "norte" el tan solo recuerda el estado que vivió aquella tarde, en aquel sillón, con aquella música, en aquella ciudad y con ello recuerda donde es aquí y ahora, y todo pierde relativa importancia; y sonríe como un niño, y siente la vida en todo su esplendor.
- Por fecha 14/04/2014 -
Matías Hugo Figliola
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