Las semillas del roble aguardan a la primavera, su primavera, para surgir y crear desde ellas un roble en si mismas.
Las semillas del naranjo aguardan serenamente, plácidamente, a que el momento indicado de crecer llegue; para así ellas, en ese momento, se expanden siendo un naranjo.
Una cría de canguro es ínfima en relación al tamaño de su madre; aún así sabe la senda a seguir para llegar al nutrirse y resguardarse.
La flor esta dentro de la planta, dentro del tallo, dentro de la vida misma; la flor espera genéticamente a su momento. Y cuando este momento sucede, los hombres se sonríen, las abejas festejan y las vaquitas de san antonio vuelan entre flores y flores llevando a la vida entre sus pelos, entre sus patas, entre sus alas y antenas.
La mañana posee en ella misma al día, a la noche; a la lluvia y al atardecer. El eclipse existe dentro del sol, dentro de la luna y del universo; y este momento, este cambio como todos llega serena y naturalmente.
En mi reside el niño que fui, el hombre que soy y el hombre que seré. En mi esta la potencialidad de todo lo que haga, desee hacer y elija. El sol que me alumbra, creo yo, desde fuera de mi también reside en mi interior y es por aquel sol, que es el mismo sol que esta fuera mio, que yo florezco.
Florezco en el momento oportuno, no me adelanto ni un segundo ni me atraso una inhalación de más.
Si es que todavía no he llegado a mi potencial es porque mi miedo, mi parte negadora de mi mismo, me bloquea para llegar a tal punto. El universo, la naturaleza y la mejor parte de mi esperan a que el cambio lo decida hacer internamente, para luego florecer, germinar y crecer dentro mio y expandirme hacia el afuera, extendiendo mis manos, lengua, ojos y actos.
La potencialidad del universo reside en cada célula de mi persona, en cada célula del mismísimo universo. Es decir que yo soy el universo y soy mi universo; pulsando a la espera del cambio, que es el único y real suceso en todo y todas las cosas.
Y aquí estoy yo, vinculándome con la potencialidad de quien soy. Y aquí estoy yo, nutriendo con amor al miedo; desligándome de las ataduras virtuales que me he creado, que me han transferido de generación tras generación.
Porque yo no soy solo mi propia potencialidad. Yo soy mi potencialidad, la de mis hijos e hijas que todavía no han nacido; soy la potencialidad de mis nietos y mis bisnietos.
Yo soy, en mi mismo, la potencialidad del cosmos en el proceso de evolución y liberación para vincularme conmigo mismo, y con el mismísimo universo, con y en amor.
Las semillas del naranjo aguardan serenamente, plácidamente, a que el momento indicado de crecer llegue; para así ellas, en ese momento, se expanden siendo un naranjo.
Una cría de canguro es ínfima en relación al tamaño de su madre; aún así sabe la senda a seguir para llegar al nutrirse y resguardarse.
La flor esta dentro de la planta, dentro del tallo, dentro de la vida misma; la flor espera genéticamente a su momento. Y cuando este momento sucede, los hombres se sonríen, las abejas festejan y las vaquitas de san antonio vuelan entre flores y flores llevando a la vida entre sus pelos, entre sus patas, entre sus alas y antenas.
La mañana posee en ella misma al día, a la noche; a la lluvia y al atardecer. El eclipse existe dentro del sol, dentro de la luna y del universo; y este momento, este cambio como todos llega serena y naturalmente.
En mi reside el niño que fui, el hombre que soy y el hombre que seré. En mi esta la potencialidad de todo lo que haga, desee hacer y elija. El sol que me alumbra, creo yo, desde fuera de mi también reside en mi interior y es por aquel sol, que es el mismo sol que esta fuera mio, que yo florezco.
Florezco en el momento oportuno, no me adelanto ni un segundo ni me atraso una inhalación de más.
Si es que todavía no he llegado a mi potencial es porque mi miedo, mi parte negadora de mi mismo, me bloquea para llegar a tal punto. El universo, la naturaleza y la mejor parte de mi esperan a que el cambio lo decida hacer internamente, para luego florecer, germinar y crecer dentro mio y expandirme hacia el afuera, extendiendo mis manos, lengua, ojos y actos.
La potencialidad del universo reside en cada célula de mi persona, en cada célula del mismísimo universo. Es decir que yo soy el universo y soy mi universo; pulsando a la espera del cambio, que es el único y real suceso en todo y todas las cosas.
Y aquí estoy yo, vinculándome con la potencialidad de quien soy. Y aquí estoy yo, nutriendo con amor al miedo; desligándome de las ataduras virtuales que me he creado, que me han transferido de generación tras generación.
Porque yo no soy solo mi propia potencialidad. Yo soy mi potencialidad, la de mis hijos e hijas que todavía no han nacido; soy la potencialidad de mis nietos y mis bisnietos.
Yo soy, en mi mismo, la potencialidad del cosmos en el proceso de evolución y liberación para vincularme conmigo mismo, y con el mismísimo universo, con y en amor.
- Por fecha 24/05/2014 -
Matías Hugo Figliola
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