Pregunté porque es que la vida me es tan difícil y dolorosa; y me contestó "La vida no es difícil, es sencilla. La vida no es dolorosa, es amorosa."
Hizo una pausa y vió, por mi cara, que su respuesta había sido confusa para mí. Y tenía razón en su percepción.
Emitió sonido justo al momento en que yo iba a refutar y a negar su afirmación. Ahora puedo ver que estuvo esperando hasta el momento justo, como siempre hace.
Dijo: "la vida es sencilla, la dificultad la ponemos nosotros con nuestros caprichos. La vida es amorosa, el dolor se lo damos nosotros con nuestras cargas emocionales."
"¿Como puede explicarme que la muerte de mi mamá sea algo sencillo y amoroso?" dije con mi ceño fruncido, como increpando una justa explicación.
"Pues, la muerte es algo natural y normal. Tu naces para vivir y para morir. Tu paso por esta tierra, por esta vida, es temporal y lo sabes. Lo sabemos todos y lo que hacemos respecto a esto es negarlo, buscar la forma de hacernos eternos y de mantenernos entretenidos con apegos de momentos. Buscamos negar la esencia de la vida misma."
Hizo su silencio, para que decante lo dicho, y luego prosiguió con hablando, con ese tono tan característico de él.
"Y sobre el dolor; sobre el amor, sobre los dolores y emociones; pues sobre ellos debo confesarte que la vida en si es amor. Cuando cargamos un canasto con manzanas, el canasto no es el que pesa sino las manzanas que están dentro. Cuando cargamos nuestro cuerpo con envidia, ira, celos, resentimiento, lo que sentimos no es nuestro cuerpo sino la envidia, ira, celos, resentimiento que le hemos puesto dentro."
Hace un silencio mayor y lentamente su mirada se pierde en mi. Lo veo aquí, delante mío, pero se que ya no está aquí.
Su boca va mutando. Comienza con una mueca, va creciendo; va tomando nuevas formas y tamaños. Al cabo de unos segundo toda su cara era otra. En ella estaba una sonrisa inmensa y sus ojos estaban bien chicos, como achinados. Se lo veía plácido y en armonía; se lo sentía realmente feliz y dichoso.
Inhala y exhala; sus ojos toman su tamaño normal y la sonrisa vuelve a deshacerse, como se deshace una nube, hasta quedar en su gesto particular.
Con lentitud se levanta y se despide "hasta mañana... si es que mi vida así lo decide" .
Lentamente lo veo irse, con parsimonia y armonía en su ritmo. Y veo, en su fluir, la sencilleza y el amor al cual él se refería.
Hizo una pausa y vió, por mi cara, que su respuesta había sido confusa para mí. Y tenía razón en su percepción.
Emitió sonido justo al momento en que yo iba a refutar y a negar su afirmación. Ahora puedo ver que estuvo esperando hasta el momento justo, como siempre hace.
Dijo: "la vida es sencilla, la dificultad la ponemos nosotros con nuestros caprichos. La vida es amorosa, el dolor se lo damos nosotros con nuestras cargas emocionales."
"¿Como puede explicarme que la muerte de mi mamá sea algo sencillo y amoroso?" dije con mi ceño fruncido, como increpando una justa explicación.
"Pues, la muerte es algo natural y normal. Tu naces para vivir y para morir. Tu paso por esta tierra, por esta vida, es temporal y lo sabes. Lo sabemos todos y lo que hacemos respecto a esto es negarlo, buscar la forma de hacernos eternos y de mantenernos entretenidos con apegos de momentos. Buscamos negar la esencia de la vida misma."
Hizo su silencio, para que decante lo dicho, y luego prosiguió con hablando, con ese tono tan característico de él.
"Y sobre el dolor; sobre el amor, sobre los dolores y emociones; pues sobre ellos debo confesarte que la vida en si es amor. Cuando cargamos un canasto con manzanas, el canasto no es el que pesa sino las manzanas que están dentro. Cuando cargamos nuestro cuerpo con envidia, ira, celos, resentimiento, lo que sentimos no es nuestro cuerpo sino la envidia, ira, celos, resentimiento que le hemos puesto dentro."
Hace un silencio mayor y lentamente su mirada se pierde en mi. Lo veo aquí, delante mío, pero se que ya no está aquí.
Su boca va mutando. Comienza con una mueca, va creciendo; va tomando nuevas formas y tamaños. Al cabo de unos segundo toda su cara era otra. En ella estaba una sonrisa inmensa y sus ojos estaban bien chicos, como achinados. Se lo veía plácido y en armonía; se lo sentía realmente feliz y dichoso.
Inhala y exhala; sus ojos toman su tamaño normal y la sonrisa vuelve a deshacerse, como se deshace una nube, hasta quedar en su gesto particular.
Con lentitud se levanta y se despide "hasta mañana... si es que mi vida así lo decide" .
Lentamente lo veo irse, con parsimonia y armonía en su ritmo. Y veo, en su fluir, la sencilleza y el amor al cual él se refería.
- Por fecha 21/11/2014
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