Se sentó en aquella planicie; por el solo hecho de hacerlo. Eligió frenar su andar, descansar sus piernas, relajar sus músculos y gratificar a sus ojos y su voluntad.
Se relajó contra una roca, esta vez prefirió la roca al árbol. Es que no quería que el árbol lo tapase; quería que el árbol formase parte del panorama a contemplar.
Sintió sus pies adoloridos, sus muslos agarrotados; sintió su respiración calmarse y pudo ver como, con cada respiración, su aliento pintaba niebla en el aire.
El sol ya no estaba participando del paisaje, pero todavía se encontraba pintando las nubes entre rosas, naranjas y rojos. Y con el paso del tiempo, el pintor sublime, que es el sol, decidió que era momento de cambiar la gama de colores y se retiró por completo.
Con este cambio, el frío se hizo regente del aire; y una manta lo protegió. El no quería esconderse bajo el árbol, el quería que el árbol sea parte de su paisaje.
Y vió como las estrellas comenzaron a salir a jugar, a conformar figuras, tantas como posibles crear con la imaginación.
Y aunque la gélida noche quitaba temperatura en su cuerpo, la sonrisa de este hombre seguía firme y gloriosa; como se puede sentir el júbilo de un cóndor al desplegar sus alas o el de un gorila golpeando su pecho plateado.
Y aquel panorama, tan conocido por él, fue un nuevo paisaje para su retina y su mente. Pinto en su memoria nuevos colores y formas.
Todo era tan conocido y a la vez tan distinto. Esta llanura era parecida a las tantas que el ya había transitado, y aún así era distinta. Esto era algo que nunca se pudo explicar en su mente, pero que su corazón se lo decía con firmeza; y el creía en su corazón.
Algo le resonaba que el ver este paisaje era ver todos los paisajes anteriores y los que vendrían también.
Y el se deleitaba con ese sentimiento de atemporalidad y eternidad.
El cielo, las estrellas, el árbol, el pasto, la piedra; los colores y el aroma. Todo es eterno, todo es lo mismo y aun así todo es cambiante.
Él se sentó a disfrutar del paisaje, y quería que el árbol estuviese en él; para poder ver y sentir la totalidad. Tanto en el afuera como en el adentro, y en la interacción entre estos dos.
Se relajó contra una roca, esta vez prefirió la roca al árbol. Es que no quería que el árbol lo tapase; quería que el árbol formase parte del panorama a contemplar.
Sintió sus pies adoloridos, sus muslos agarrotados; sintió su respiración calmarse y pudo ver como, con cada respiración, su aliento pintaba niebla en el aire.
El sol ya no estaba participando del paisaje, pero todavía se encontraba pintando las nubes entre rosas, naranjas y rojos. Y con el paso del tiempo, el pintor sublime, que es el sol, decidió que era momento de cambiar la gama de colores y se retiró por completo.
Con este cambio, el frío se hizo regente del aire; y una manta lo protegió. El no quería esconderse bajo el árbol, el quería que el árbol sea parte de su paisaje.
Y vió como las estrellas comenzaron a salir a jugar, a conformar figuras, tantas como posibles crear con la imaginación.
Y aunque la gélida noche quitaba temperatura en su cuerpo, la sonrisa de este hombre seguía firme y gloriosa; como se puede sentir el júbilo de un cóndor al desplegar sus alas o el de un gorila golpeando su pecho plateado.
Y aquel panorama, tan conocido por él, fue un nuevo paisaje para su retina y su mente. Pinto en su memoria nuevos colores y formas.
Todo era tan conocido y a la vez tan distinto. Esta llanura era parecida a las tantas que el ya había transitado, y aún así era distinta. Esto era algo que nunca se pudo explicar en su mente, pero que su corazón se lo decía con firmeza; y el creía en su corazón.
Algo le resonaba que el ver este paisaje era ver todos los paisajes anteriores y los que vendrían también.
Y el se deleitaba con ese sentimiento de atemporalidad y eternidad.
El cielo, las estrellas, el árbol, el pasto, la piedra; los colores y el aroma. Todo es eterno, todo es lo mismo y aun así todo es cambiante.
Él se sentó a disfrutar del paisaje, y quería que el árbol estuviese en él; para poder ver y sentir la totalidad. Tanto en el afuera como en el adentro, y en la interacción entre estos dos.
- Por fecha 14/01/2015 -
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