Todos los días eran rutina; todos los días eran la repetición del anterior, en si mismos.
El sol salía del mismo lugar, usaba la misma ropa, caminaba de la misma forma; transitaba por las mismas callejuelas, esquivando a las mismas personas. Pensaba las mismas cosas, poniendo las mismas caras.
Todo era lo mismo, todo era la mismísima repetición en su máximo exponencial.
Todo menos algo, que por ser "no-rutina" no encajaba con nada y hasta casi pasaba desapercibido.
Aquello era un hombre, de ropas sencillas, con cara relajada y despejada de barbas. Aquel hombre se recostaba contra un tronco de un árbol, sin más en sus manos que un pedazo de pan y un vaso con agua.
Con el paso de los días, fui escuchando que decía cosas pero como yo iba en mi rutina de ausencia no comprendía que decía. Si podía ver, a veces, su sonrisa y, tantas otras, escuchar una risilla pícara cuando ya estaba alejándome.
No pasaron ni 2 meses, que mi intriga fue la que me colmó y decidí ir atento a lo que sucedía. Si, parecerá que pasó muchísimo tiempo, ya que 60 días puede ser mucho tiempo, pero no es así cuando uno compara que he vivido más de 30 años -10950 días- en un modo rutinario.
Y un día fui decidido a escucharlo, a saber que decía. Mi interés y ocupación, de ese día, no era llegar a trabajar, hacer mis mandados, cumplir con horarios y vestirme como debía. Ese día fui tan solo a escuchar lo que decía el hombre.
No recuerdo que ropa me puse, ni que camino hice. No recuerdo si estaba el sol sobre mi o si las nubes estaban jugando entre los dos.
Si recuerdo que llegue al hombre y que frené a una distancia cercana, porque también hay que cuidar la imagen de uno y no mostrarse interesado por lo que un loco, o quien sea que se sienta en el piso contra un árbol con un vaso y un pan, pueda decir.
Y casi le escuche decir algo, pero la gente que se cruzaba entre nosotros hizo que no pueda captar sus palabras; si pude verlo a él mirándome a mi y tuve una sensación nueva, una sensación que no pude explicar pero que la puedo describir como si lo conociera y hubiese un vínculo entre nosotros.
Al próximo día, ya no tuve reparo de nada más que de escucharlo y verlo. Y no me preocupe del día, de la ropa ni de la gente; ni de que me vean parado cerca de aquel individuo.
Así fue como ese día, me terminé encontrando parado junto a él, con toda mi atención focalizada en sus labios y palabras. Está vez si lo escuche; el dijo:
"Ámate tal como el universo te ama. Puro y Real. Y no dudes de su amor, duda de ti queriendo dudar de su amor."
Luego de esta frase, me miro y sonrió. En sus ojos un destello de luz hizo hizo que le devuelva la sonrisa, como cómplice de su locura, o de su acierto en la frase.
Con una palmada en mi pierna derecha, me hizo gesto para que siga caminando mientras su boca emitía una risa tan jovial y llena de vida.
Le hice caso y continué mi andar mientras esta frase danzaba por cada célula de mi cuerpo, generando chispas que yo no me había percatado.
El sol salía del mismo lugar, usaba la misma ropa, caminaba de la misma forma; transitaba por las mismas callejuelas, esquivando a las mismas personas. Pensaba las mismas cosas, poniendo las mismas caras.
Todo era lo mismo, todo era la mismísima repetición en su máximo exponencial.
Todo menos algo, que por ser "no-rutina" no encajaba con nada y hasta casi pasaba desapercibido.
Aquello era un hombre, de ropas sencillas, con cara relajada y despejada de barbas. Aquel hombre se recostaba contra un tronco de un árbol, sin más en sus manos que un pedazo de pan y un vaso con agua.
Con el paso de los días, fui escuchando que decía cosas pero como yo iba en mi rutina de ausencia no comprendía que decía. Si podía ver, a veces, su sonrisa y, tantas otras, escuchar una risilla pícara cuando ya estaba alejándome.
No pasaron ni 2 meses, que mi intriga fue la que me colmó y decidí ir atento a lo que sucedía. Si, parecerá que pasó muchísimo tiempo, ya que 60 días puede ser mucho tiempo, pero no es así cuando uno compara que he vivido más de 30 años -10950 días- en un modo rutinario.
Y un día fui decidido a escucharlo, a saber que decía. Mi interés y ocupación, de ese día, no era llegar a trabajar, hacer mis mandados, cumplir con horarios y vestirme como debía. Ese día fui tan solo a escuchar lo que decía el hombre.
No recuerdo que ropa me puse, ni que camino hice. No recuerdo si estaba el sol sobre mi o si las nubes estaban jugando entre los dos.
Si recuerdo que llegue al hombre y que frené a una distancia cercana, porque también hay que cuidar la imagen de uno y no mostrarse interesado por lo que un loco, o quien sea que se sienta en el piso contra un árbol con un vaso y un pan, pueda decir.
Y casi le escuche decir algo, pero la gente que se cruzaba entre nosotros hizo que no pueda captar sus palabras; si pude verlo a él mirándome a mi y tuve una sensación nueva, una sensación que no pude explicar pero que la puedo describir como si lo conociera y hubiese un vínculo entre nosotros.
Al próximo día, ya no tuve reparo de nada más que de escucharlo y verlo. Y no me preocupe del día, de la ropa ni de la gente; ni de que me vean parado cerca de aquel individuo.
Así fue como ese día, me terminé encontrando parado junto a él, con toda mi atención focalizada en sus labios y palabras. Está vez si lo escuche; el dijo:
"Ámate tal como el universo te ama. Puro y Real. Y no dudes de su amor, duda de ti queriendo dudar de su amor."
Luego de esta frase, me miro y sonrió. En sus ojos un destello de luz hizo hizo que le devuelva la sonrisa, como cómplice de su locura, o de su acierto en la frase.
Con una palmada en mi pierna derecha, me hizo gesto para que siga caminando mientras su boca emitía una risa tan jovial y llena de vida.
Le hice caso y continué mi andar mientras esta frase danzaba por cada célula de mi cuerpo, generando chispas que yo no me había percatado.
- Por fecha 17/03/2015 -
Comentarios