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El supuesto mendigo, tercer encuentro

Ya han pasado más de 4 semanas, 33 días exactamente, desde el último encuentro con aquel hombre. Y aunque quiera decir que no me encuentro contando los días, debo admitir para mis adentros que así es.

Como siempre, el primer día paso sin darme cuenta; sin prestarle atención a su falta. Así fueron los siguientes días también, hasta que comenzó a picarme esa intranquilidad. No podía rascarme esta comezón, pero si podía prestarle atención; ello me estaba queriendo decir algo, y debía yo entender que quería.

Lo que me sucedía no era normal, ni era cotidiano. No era algo que uno puede contar a los demás sin sentir cierta incomodidad; porque como explicar que me quedaba junto a un hombre que estaba recostado contra un tronco, con un pan y agua en su mano, que me acercaba y allí era cuando el se hacía oír con sus palabras, que terminaban siendo frases.

No deseaba que se vaya de mi esa curiosidad y deseo de escuchar cosas que nunca había pensado que podían ser.
Fue por ello que me tome mis días como trabajo de recordar las frases que me había dicho; poco a poco fui eligiendo palabras, cambiándolas de lugar y volviendo a elegir palabras. Mis días se tornaron en un bello proceso de re descubrir lo descubierto; me sentía como un niño jugando entre su pasión.

Me llevó unos días, exactamente 7 días, poder ordenar la primer frase que me había dicho; poder sentirla que era la misma frase que él me había dicho, poder escucharla de la misma forma, con el mismo tono y vibración.
Ella decía: "Ámate tal como el universo te ama. Puro y Real. Y no dudes de su amor, duda de tí queriendo dudar de su amor."
Luego, me llevó 4 días más el poder recordar la segunda frase que me había dicho. Recuerdo claramente que su hablar era claro y sereno; que decía las cosas en un tono seguro, sin sentirse intimidado por toda la gente que por allí pasaba. Parecía que para ellas, ni el ni yo existíamos.
Esta segunda frase era corta e intensa, y respaldaba a la primera; era como un profundizar en mí, cada vez que la repetía.
Ella decía: "Lo puro y real es en si mismo."
En tanto la tercer se hizo desear, era como que si esta me estuviera esperando para que yo llegase, y no al revés; que aguardase a que yo la alcance con mi sentido y comprensión.

Mientras buscaba esta tercer frase, repetí la segunda y la primera y buscaba comprender el sentido de lo que me había dicho.
Comprender el sentido de lo que me había dicho constaba en comprender su frase y no mi interpretación de su frase, de ello fui dándome cuenta en tanto las repetía. Quitaba cargas y juicios. Si lo puro y real es en si mismo, no puede ser en base a mi vista u opinión pues lo mío viene con mi carga personalísima; deja de ser puro y real para ser propio y mutado.
Amarme como el universo me ama... que significa eso, si el universo es algo que está lejos de mi y que no está aquí, sino allí, fuera del planeta. Pero luego, puro y real es su amor, caía en cuenta de que estoy en el planeta que está en el universo; y decantaba que mi dudar de esa totalidad y de su amor, es la forma de no aceptar ni lo puro ni lo real.
Y como podría yo comprender esto, y como puedo seguir en este acto de cambiar ideas y paradigmas; de estar atento a lo que yo me digo, para escuchar a las dos frases de este hombre que se me repetían suave, serena y claramente "ámate tal como el universo te ama. Puro y Real. Y no dudes de su amor, duda de tí queriendo dudar de su amor." y "lo puro y real es en si mismo.".

Una noche, antes de dormirme, luego de haber repetido las dos frases con su voz en mi cabeza; llega esta tercer frase con un destello de luz que, en vez de despertarme, me sumió al sueño.
Ella, antes de llevarme al mundo onírico, dijo: "Para aprender uno debe estar dispuesto y disponible. Uno debe soltar lo que tiene y allí, habitando el no-tener uno puede comenzar a tenerse."
Al comenzar el día siguiente, la frase estaba allí mientras que en mis expresiones se podía ver una sonrisa, liviandad y, por unos segundos, un destello peculiar en mis ojos.

Había esperado el tiempo justo para llegar, dándome la certeza de que estuve haciendo bien mi "tarea". Ese mismo día él volvió a aparecer, pero tan solo un momento; sentado y usando de respaldo aquel árbol. Su mirada estaba en mí, con cierto gesto de aprobación y gozo.
Miré rápidamente y sin darme tiempo a focalizar correctamente, estaba andando a una distancia un poco alejada de su lugar, y entre mucha gente; debía estar atento a no chocarme con nadie.
Al momento de volver a buscar su mirada, y su persona, él ya no se encontraba allí.

Acepté con serenidad y continué; ahora con estas tres frases que estaban creando algo nuevo en mí. Continué con la certeza de que no será la última vez que me vuelva a cruzar con él.

- Por fecha 02/04/2015 - 

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