Ese lugar seguro, ese lugar de paz y calma; ese lugar de confort y conocido no es más que la boca de nuestro demonio esperándonos para continuar consumiéndonos.
Es que la cueva que vemos como seguridad está plagada de nuestros miedos y demonios, aquellos que no vemos y que están allí.
Cada vez que nos acercamos a la salida de la cueva, o que salimos de ellas nos asustamos. Vemos lo que hay fuera y nos aterroriza. La luz hace todo brillar, todo tener color, todo ser como es y no como creo o quiero que sea.
La cueva da la seguridad de lo conocido, la seguridad de lo seguro. La cueva me calma y me protege. La cueva es mi amiga.
El fuera de la cueva es decir el bosque y el campo, las montañas y los ríos, los mares y los cielos es todo lo que atentan contra mi vida.
Y cada vez que nos acercamos a aquella salida escuchamos una voz que nos recomienda regresar; y cada vez que salimos de aquella cueva escuchamos aquella voz que nos reclama que volvamos a su seguridad.
Y estamos refugiados en esta vida. Y estamos escondidos en esta vida. Y estamos con miedo en esta vida. Y estamos apagados en esta vida. Y estamos andando a oscuras en esta vida.
Estamos, eso de seguro; estamos ausentes en el silencio y vacío. Estamos desconectados hasta de nosotros mismos.
Empeñamos nuestra vida con la promesa de vivir felices y gratificarnos. La falsa promesa que promete la mentira y el miedo, para poseernos indefectiblemente.
Los demonios y los miedos, nuestros peores demonios y miedos están en la cueva. Se pasean libremente por la oscuridad, a la que le conferimos el estatus de seguro.
Allí está quien nos "come" nuestra energía y nuestra vida. Y tontamente hemos aceptado creerles, a ellos mismos, que lo peligroso y malo está fuera de aquella cueva.
Allí donde radica la vida misma, allí es donde tenemos miedo de salir. O será que el miedo nos tiene y elije que vivir. Será que los propios demonios, en vez de ser impulsores de nuestro desarrollo son dominadores de nuestros pensamientos, decisiones y acciones.
Allí, fuera de esta cueva tan querida por nosotros existe la vida. Allí es donde se vive, porque aunque se muera allí fuera, se murió viviendo.
Allí, en mi corazón esta mi vida, está mi valle y montaña, mi río y pradera, mi mar y mi cielo. Allí es donde tengo que ir, hacia allí tengo que salir.
Mi corazón, mi senda y mi gurú.
Es que la cueva que vemos como seguridad está plagada de nuestros miedos y demonios, aquellos que no vemos y que están allí.
Cada vez que nos acercamos a la salida de la cueva, o que salimos de ellas nos asustamos. Vemos lo que hay fuera y nos aterroriza. La luz hace todo brillar, todo tener color, todo ser como es y no como creo o quiero que sea.
La cueva da la seguridad de lo conocido, la seguridad de lo seguro. La cueva me calma y me protege. La cueva es mi amiga.
El fuera de la cueva es decir el bosque y el campo, las montañas y los ríos, los mares y los cielos es todo lo que atentan contra mi vida.
Y cada vez que nos acercamos a aquella salida escuchamos una voz que nos recomienda regresar; y cada vez que salimos de aquella cueva escuchamos aquella voz que nos reclama que volvamos a su seguridad.
Y estamos refugiados en esta vida. Y estamos escondidos en esta vida. Y estamos con miedo en esta vida. Y estamos apagados en esta vida. Y estamos andando a oscuras en esta vida.
Estamos, eso de seguro; estamos ausentes en el silencio y vacío. Estamos desconectados hasta de nosotros mismos.
Empeñamos nuestra vida con la promesa de vivir felices y gratificarnos. La falsa promesa que promete la mentira y el miedo, para poseernos indefectiblemente.
Los demonios y los miedos, nuestros peores demonios y miedos están en la cueva. Se pasean libremente por la oscuridad, a la que le conferimos el estatus de seguro.
Allí está quien nos "come" nuestra energía y nuestra vida. Y tontamente hemos aceptado creerles, a ellos mismos, que lo peligroso y malo está fuera de aquella cueva.
Allí donde radica la vida misma, allí es donde tenemos miedo de salir. O será que el miedo nos tiene y elije que vivir. Será que los propios demonios, en vez de ser impulsores de nuestro desarrollo son dominadores de nuestros pensamientos, decisiones y acciones.
Allí, fuera de esta cueva tan querida por nosotros existe la vida. Allí es donde se vive, porque aunque se muera allí fuera, se murió viviendo.
Allí, en mi corazón esta mi vida, está mi valle y montaña, mi río y pradera, mi mar y mi cielo. Allí es donde tengo que ir, hacia allí tengo que salir.
Mi corazón, mi senda y mi gurú.
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