Reprodujo el disco, una vez más, para volver a sentir como si estuviese allí. En aquella noche en la cual la luna jugaba a las escondidas entre las nubes mientras él iba hacia la fiesta, con su pareja sentada a su lado.
El llegar a aquella mansión y subir las escaleras hasta la recepción donde dejaron sus abrigos y continuar hasta el salón principal.
Allí todavía no estaba sonando el tema que el había puesto ahora, pero el recuerdo de la noche era completo, desde su inicio a su fin, en el transcurso de los 30 minutos que durase el vals. La cronología de los hechos se le presentaban uno tras de otro, no podía hacer nada al respecto más que vivir nuevamente la noche por completo.
A cada momento recordado, una lágrima por su mejilla. A cada sensación vuelta a sentir, una sonrisa en su cara. La dualidad de las emociones, presentándose en él. Y la noche continuó entre bellos bailes y una exquisita cena.
Y finalmente, luego de 19 minutos, llega el momento en que el desenlace es obligado. Se aceleran las imágenes, las emociones y las lágrimas. Las horas, los días, los meses y años pasan en los escasos segundos que le queda al tema para su final; aquel final que ha escuchado centenares de veces y que aún hoy, aún ahora, le hace vibrar como si fuese la primera vez.
Y culmina con el silencio de siempre, con el ruido de la aguja paseando por fuera del disco de pasta. Y ese sonido lo trae a la realidad, al ahora. Al ver que aquello aconteció y que ahora todo es diferente, que hoy está solo en aquella casa que fue de los dos. Que hoy está solo en aquella cama que fue de los dos. Que hoy está solo y que ella no volverá.
Ella ha dejado de estar a su lado hace tan solo dos años, pero para él es eterno. Por ello, todas las noches necesita volver a escuchar aquel vals, en el que la conoció y gracias al cual comprendió un nuevo sabor de la vida.
Hoy su sabor tiene un deje amargo, y sus lágrimas despintan su cara mientras sus sonrisas iluminan su corazón. Y el gusto vuelve a ser dulce y gracias a las experiencias vividas y al amor que siente, mañana vuelve a recomenzar.
El llegar a aquella mansión y subir las escaleras hasta la recepción donde dejaron sus abrigos y continuar hasta el salón principal.
Allí todavía no estaba sonando el tema que el había puesto ahora, pero el recuerdo de la noche era completo, desde su inicio a su fin, en el transcurso de los 30 minutos que durase el vals. La cronología de los hechos se le presentaban uno tras de otro, no podía hacer nada al respecto más que vivir nuevamente la noche por completo.
A cada momento recordado, una lágrima por su mejilla. A cada sensación vuelta a sentir, una sonrisa en su cara. La dualidad de las emociones, presentándose en él. Y la noche continuó entre bellos bailes y una exquisita cena.
Y finalmente, luego de 19 minutos, llega el momento en que el desenlace es obligado. Se aceleran las imágenes, las emociones y las lágrimas. Las horas, los días, los meses y años pasan en los escasos segundos que le queda al tema para su final; aquel final que ha escuchado centenares de veces y que aún hoy, aún ahora, le hace vibrar como si fuese la primera vez.
Y culmina con el silencio de siempre, con el ruido de la aguja paseando por fuera del disco de pasta. Y ese sonido lo trae a la realidad, al ahora. Al ver que aquello aconteció y que ahora todo es diferente, que hoy está solo en aquella casa que fue de los dos. Que hoy está solo en aquella cama que fue de los dos. Que hoy está solo y que ella no volverá.
Ella ha dejado de estar a su lado hace tan solo dos años, pero para él es eterno. Por ello, todas las noches necesita volver a escuchar aquel vals, en el que la conoció y gracias al cual comprendió un nuevo sabor de la vida.
Hoy su sabor tiene un deje amargo, y sus lágrimas despintan su cara mientras sus sonrisas iluminan su corazón. Y el gusto vuelve a ser dulce y gracias a las experiencias vividas y al amor que siente, mañana vuelve a recomenzar.
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