Priorizando las obligaciones, relego los deseos. Es que los deseos no son prioridades, son estados para hacer carne y vivir consciente de ellos.
Las obligaciones están vinculadas con las necesidades, con las posesiones, con el prestigio y el renombre. La necesidad es algo a resolver y luego poder elegir mejor.
La posesión es algo irreal, ya que no poseemos nada; ya que todo es prestado.
El prestigio es algo que le damos al afuera para que nos valore.
El renombre es una locura. Desde el concepto social es volver a darnos un nombre, y lo que hacemos es clavarnos una chapa que dice lo que la sociedad dice que somos.
Estamos corriendo por obligaciones y perdemos la pasión; que es aquello que nos gratifica y llena de ganas-energía a todo nuestro cuerpo.
Estamos obligados a seguir determinadas zanahorias y no vemos que estas ya están podridas hace varias generaciones.
Estamos ciegos porque hemos dado nuestra posibilidad de ver y así es que vemos todo lo que dicen que debemos ver.
El deseo va por otro caudal. Va por un río cristalino y puro. Va siempre encauzado, mientras va creando su propio cauce. El deseo propone habitar lo mejor de nosotros mismos, de poder realizarnos en lo que somos buenos en verdad.
En el deseo existe cooperación, gratitud, bienestar, coexistencia, paz, amor, libertad, armonía... Y estas no son zanahorias, son posibilidades que están latentes dentro nuestro.
Somos como queremos ser, con justificaciones y lamentos, con alegría y responsabilidades.
Tenemos en nosotros el potencial infinito -sería el potencial cósmico universal- de mejorar. De sanar nuestros dolores y carencias, de serenar nuestros estados emocionales; somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de elegir nuestras vidas ya que viviendo como lo estamos haciendo actualmente, no es la forma -y claramente se ve-.
Obligarme es ser mi propio tirano y mi propio esclavo, deseo cumplir esos roles en mi?, deseo andar bajo esa norma en mi vida?, deseo vincularme con todos desde aquel paradigma?.
Está la posibilidad en ti, está latente a que tú/yo hagamos vibrarla. Es como un estanque totalmente quieto, espera a tu dedo para que comience la onda de vibración, e iniciar el movimiento que todo lo cambia.
Las obligaciones están vinculadas con las necesidades, con las posesiones, con el prestigio y el renombre. La necesidad es algo a resolver y luego poder elegir mejor.
La posesión es algo irreal, ya que no poseemos nada; ya que todo es prestado.
El prestigio es algo que le damos al afuera para que nos valore.
El renombre es una locura. Desde el concepto social es volver a darnos un nombre, y lo que hacemos es clavarnos una chapa que dice lo que la sociedad dice que somos.
Estamos corriendo por obligaciones y perdemos la pasión; que es aquello que nos gratifica y llena de ganas-energía a todo nuestro cuerpo.
Estamos obligados a seguir determinadas zanahorias y no vemos que estas ya están podridas hace varias generaciones.
Estamos ciegos porque hemos dado nuestra posibilidad de ver y así es que vemos todo lo que dicen que debemos ver.
El deseo va por otro caudal. Va por un río cristalino y puro. Va siempre encauzado, mientras va creando su propio cauce. El deseo propone habitar lo mejor de nosotros mismos, de poder realizarnos en lo que somos buenos en verdad.
En el deseo existe cooperación, gratitud, bienestar, coexistencia, paz, amor, libertad, armonía... Y estas no son zanahorias, son posibilidades que están latentes dentro nuestro.
Somos como queremos ser, con justificaciones y lamentos, con alegría y responsabilidades.
Tenemos en nosotros el potencial infinito -sería el potencial cósmico universal- de mejorar. De sanar nuestros dolores y carencias, de serenar nuestros estados emocionales; somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de elegir nuestras vidas ya que viviendo como lo estamos haciendo actualmente, no es la forma -y claramente se ve-.
Obligarme es ser mi propio tirano y mi propio esclavo, deseo cumplir esos roles en mi?, deseo andar bajo esa norma en mi vida?, deseo vincularme con todos desde aquel paradigma?.
Está la posibilidad en ti, está latente a que tú/yo hagamos vibrarla. Es como un estanque totalmente quieto, espera a tu dedo para que comience la onda de vibración, e iniciar el movimiento que todo lo cambia.
Comentarios