Transito mi desierto a cada paso que me alejo.
Ando sobre las arenas por las que nada creció ni crecerá.
A cada paso no dejo huellas, no queda marca de mi andar por esta tierra.
Transito mi desierto negando mi desierto.
Cerrando mis ojos a mis mayores miserias, como pensando y creyendo que el no verlas conlleva a que no existan.
Haciendo oídos sordos a mis dolores; negándolos y cubriéndolos con falsa sanación.
Transito mi desierto de espaldas al sol, que es mi guía.
Neciamente ando con mi orgullo y mi soberbia como mi brújula.
Con mi cara bien en alto, con la sola intención de no ver el propio desierto y mentirme. Poder mentirme y creerme cualquier ilusión.
Transito mi desierto descalzo, para sufrir más.
Con la idiota convicción que el sufrir trae una buena paga.
Ahogado sin agua, deshidratado. Asfixiado con aire, sin respirar nuevo aire.
He aquí alguien que todo esto lo transmutó a la revelación, al amor, al propio conocerse.
Transitó su desierto para enfrentar sus miedos, sus demonios y sus dolores.
Transitó su desierto para, por una vez por todas, librarse de todo aquello que suele perseguirnos pero con cuidado de no acorralarnos, para que no nos demos cuenta que no es cierto.
Transitó su desierto y sintió su dolor; sus lágrimas lo purificaron y es por ello que tras sus pasos creció verde.
Inhaló un nuevo aire, exhalando aquel que estaba totalmente viciado -de locura, división y dualidad-. Y gritó un grito de libertad, júbilo y gratitud.
A su sol, su fuerte de energía siempre la reconoció, como también sus peores miedos para poder liberarse de ellos como también para darles libertad.
Transitó él y fue mi guía. Hoy, el que transita soy yo.
Aquel desierto está dentro mío, una sola vida para la revelación.
Transito, hoy, mi dolor cultivando en él, amor, libertad y perdón.
Ando sobre las arenas por las que nada creció ni crecerá.
A cada paso no dejo huellas, no queda marca de mi andar por esta tierra.
Transito mi desierto negando mi desierto.
Cerrando mis ojos a mis mayores miserias, como pensando y creyendo que el no verlas conlleva a que no existan.
Haciendo oídos sordos a mis dolores; negándolos y cubriéndolos con falsa sanación.
Transito mi desierto de espaldas al sol, que es mi guía.
Neciamente ando con mi orgullo y mi soberbia como mi brújula.
Con mi cara bien en alto, con la sola intención de no ver el propio desierto y mentirme. Poder mentirme y creerme cualquier ilusión.
Transito mi desierto descalzo, para sufrir más.
Con la idiota convicción que el sufrir trae una buena paga.
Ahogado sin agua, deshidratado. Asfixiado con aire, sin respirar nuevo aire.
He aquí alguien que todo esto lo transmutó a la revelación, al amor, al propio conocerse.
Transitó su desierto para enfrentar sus miedos, sus demonios y sus dolores.
Transitó su desierto para, por una vez por todas, librarse de todo aquello que suele perseguirnos pero con cuidado de no acorralarnos, para que no nos demos cuenta que no es cierto.
Transitó su desierto y sintió su dolor; sus lágrimas lo purificaron y es por ello que tras sus pasos creció verde.
Inhaló un nuevo aire, exhalando aquel que estaba totalmente viciado -de locura, división y dualidad-. Y gritó un grito de libertad, júbilo y gratitud.
A su sol, su fuerte de energía siempre la reconoció, como también sus peores miedos para poder liberarse de ellos como también para darles libertad.
Transitó él y fue mi guía. Hoy, el que transita soy yo.
Aquel desierto está dentro mío, una sola vida para la revelación.
Transito, hoy, mi dolor cultivando en él, amor, libertad y perdón.
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