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Dolor -Parte II-

La idea de particionar al dolor es con el cometido de hacer procesos desde diversas perspectivas de un suceso que nos interpele a todos. Es decir que las partes tan solo son lo son respecto de un dolor que sucede.

Creemos que el dolor es aquello que nos "mata" y en verdad nos da vida. Nos muestra que estamos vivos. Por el innegable hecho de que lo sentimos, porque dejamos de negar el vacío.
Nos han enseñado que la mejor forma de solucionar algo es regándolo, tapándolo o justificándose; y en este caso para solucionar el dolor, se busca en el afuera algo para descargar, para focalizar para escapar para negar lo que me sucede.

Viene y se instala, presiona el pecho y con el llegan todas los sucesos que vienen asemejados al que me está sucediendo.
Por ejemplo, mi dolor a no sentirme querido por un otro dispara el dolor primigenio, es decir el dolor desde donde comenzó y todos los dolores subsiguientes, de la misma categoría aclaro.
Aquí, mi dolor muestra que tenía un vacío; este era de amor y por este vacío de amor, yo he corrido buscando mimos, posándome bajo palmas que no me querían para recibir ese contacto, o he estado con quien no quería estar para tan solo sentirme acompañado por un rato, al menos un rato.

Intentar de llenar el vacío con vacío, es una locura; es un proceso tan solo de una especie. El ser humano es aquel que le encuentra una solución al problema y que esta sea un problema a futuro. Tanto corto, largo o cortísimo plazo, pero si o si devendrá en problema.
Mi dolor hace que yo, al negarlo, me niegue. Me lleva a que me desconozca, a que vea mi vacío lleno y tan solo es una promesa -que negamos ciegamente- de mayor intensidad de dolor a futuro.

El dolor tiene la bellísima posibilidad de habitarte; de existir en tu vida. Ese momento de "implosión" y colapso vida es la llave maestra para tener mi vida. Es, en verdad, una parte de la llave maestra.
Como toda llave, esta se encuentra compuesta de varias partes y con el correcto proceder en la secuencia de ensamble uno pasa a tener la llave que abre la posibilidad para darse una respuesta, para amarse y para poder vivir -tener el poder para vivir la propia vida-.

Cuanto más te dobla, mejor. Cuanto más te llega hasta más lo profundo de uno, mejor. Es decir que cuanto más te hace ver tu miseria, está mejor la posibilidad de poderse dar uno una respuesta. Y darse una respuesta es accionar, y para accionar uno tiene que discernir entre lo que desea y lo que no.
Allí es cuando uno toma el valor y el coraje y acepta lo que le sucede; es que como negar algo que me sucede, eso es negarme a mi y a mi vida.

Según el ejemplo anterior; al yo ver que lo que pido es amor, reconocimiento, cariño, contención, entre otras cuestiones veo que no lo tengo. Veo y siento que estoy solo y esto me despierta aquel dolor que estaba latente, tapado por una manta de negación. Allí el vacío pasa a estar lleno.
Si, lleno de dolor pero lleno al fin. Ya no hay algo que no quiero ver ni sentir; ya hay algo a lo que hay que darse una respuesta.
Allí, primero es un acto amoroso el dejar de castigarme. Siempre está el castigo en nosotros y este castigo es demoledor. Destruye la propia estima, el propio valor y el propio respeto, es por ello que lo salimos a buscar desesperadamente al afuera.

Siempre se ha dicho que el perdón os hará libre, y como es eso si el dolor (en este caso) está dentro nuestro?. Nosotros buscamos ser perdonados o perdonar a un otro.
Hemos dejado de lado, y se ha hecho con intención, la posibilidad de perdonarnos. La posibilidad de liberarnos de ese castigo, de ese martirio de ese grillete que cargamos dentro nuestro y que sabemos que está porque escuchamos sus cadenas rozarse.

Aquí al dolor le llega una visita, el perdón. Mediante este perdón podemos comenzar a transitar aquel desierto que se plasma sibólicamente. Con el perdón podemos comenzar a caminar por el barro rojizo del dolor y de todos los sucesos que están en él.
Un dolor llama, por resonancia a todos los dolores de la misma frecuencia. Es decir que asistiendo a un suceso, se asiste a todos los demás por tener estos la misma vibración.

Es decir que no cargamos con un dolor, en nuestra mente. Cargamos con muchas imágenes dolorosas y negadas (de una u otra forma están parcialmente negadas al menos).

Aquí radica la diferencia. El dolor no se carga. El dolor se encarna.
El propio dolor se lo reconoce como propio y deja de ser un desconocido para mi. Le doy identidad, le doy nombre, color y forma. Se lo que es lo que me está sucediendo. Allí es cuando puedo hacer algo al respecto.

El dolor proviene de la parte menos cuidada, más maltratada y a la que hay que sanar. Y tan solo se sana con amor.
Afrontando el dolor, es decir viéndolo y reconociéndolo es como se puede perdonar un suceso que ya sucedió. Y perdonar no es negar, no es decir "te perdono". El perdón proviene de la aceptación de lo que fue, fue y que no puedo hacer nada al respecto, y si puedo pues lo hago.

El dolor suena tan fuerte para que lo escuchemos Y solemos taparnos los oídos.
El dolor nos hace sufrir, creemos. Y tan solo nos hace sentir ese dolor que no es lo mismo que sufrir.
El dolor, repito, no es algo "malo" como hemos sido enseñados, entrenados y educados -adiestrados-. El dolor es la campana que avisa que hay algo a amar, a sanar, a trabajar y resolver. 

Casi no he comentado sobre el vacío, algo sobre lo que voy a ver como explicar. Si vacío es la carencia del todo y ello no es posible. Tan solo es que lo creemos tan fervientemente que negamos al todo, aceptando al vacío como única posibilidad para continuar.

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