Dices que lo tienes, pero no lo tienes. Dices que lo sientes, pero no lo sientes.
Dices que lo haces, pero no lo haces. Dices tanto y nada es real.
Y aquí, la realidad son tus actos; no aquellas blasfemas palabras que quieres utilizar para endulzar mis oídos.
Oigo bien, porque al hacerlo escucho lo que dices, lo que haces, lo que muestras y lo que escondes.
Aquí termina tu senda de falacias y manipulaciones, de trampas y excusas.
Aquí termina tu senda porque en ella me encuentro yo, parado frente a ti.
Y en esta senda solo están quienes están dispuestos a vivir, a morir, a sufrir y a amar.
Me despellejo ciegamente pero al menos siento lo que siente mi piel.
Veo caer todas las falsas caretas y con ellas las esperanzas pero allí mismo es cuando puedo ver la realidad de cada cual y comprendo que la esperanza no es una fe ciega ni una ciega fe. La esperanza es la voluntad de hacer sin dudar por lo que deseas, para conseguirlo y validar tu deseo.
Allí, en esta encrucijada no pueden vivir dos en mi vida y, tal como he dicho, es mi vida, Frente a frente, te miro con amor y aceptación.
En mi no hay rencor ni venganza sobre ti, puesto que ese sería tu acto vil y ruin de manipularme con tus ilusiones.
Veo la realidad, no fantasías; veo la luz por la cual las cosas son y no la negación de todo ello.
Hoy, inconsciente, estás siendo denunciado. Hoy estás siendo desarmado, de aquellas armas que yo te dí con el dolor del niño dolido para ser protegido.
Hoy, aquí, ahora, todo se termina en un aceptar que existes, quitarte las manos titiriteras de mi vida y tenerte, tan solo, como una herramienta de aviso para saber cuando me estoy durmiendo en tus brazos, y levantarme nuevamente a mi vida.
Y me has endulzado tanto tiempo mis oídos, mis ojos, mi boca y mi orgullo; que hoy elijo aprender el sabor de cada cosa por su propio sabor, y madurar, y saber.
Aquí, dentro mío, es donde se libran todas las batallas. No allí fuera, como me has dicho.
Dices que lo haces, pero no lo haces. Dices tanto y nada es real.
Y aquí, la realidad son tus actos; no aquellas blasfemas palabras que quieres utilizar para endulzar mis oídos.
Oigo bien, porque al hacerlo escucho lo que dices, lo que haces, lo que muestras y lo que escondes.
Aquí termina tu senda de falacias y manipulaciones, de trampas y excusas.
Aquí termina tu senda porque en ella me encuentro yo, parado frente a ti.
Y en esta senda solo están quienes están dispuestos a vivir, a morir, a sufrir y a amar.
Me despellejo ciegamente pero al menos siento lo que siente mi piel.
Veo caer todas las falsas caretas y con ellas las esperanzas pero allí mismo es cuando puedo ver la realidad de cada cual y comprendo que la esperanza no es una fe ciega ni una ciega fe. La esperanza es la voluntad de hacer sin dudar por lo que deseas, para conseguirlo y validar tu deseo.
Allí, en esta encrucijada no pueden vivir dos en mi vida y, tal como he dicho, es mi vida, Frente a frente, te miro con amor y aceptación.
En mi no hay rencor ni venganza sobre ti, puesto que ese sería tu acto vil y ruin de manipularme con tus ilusiones.
Veo la realidad, no fantasías; veo la luz por la cual las cosas son y no la negación de todo ello.
Hoy, inconsciente, estás siendo denunciado. Hoy estás siendo desarmado, de aquellas armas que yo te dí con el dolor del niño dolido para ser protegido.
Hoy, aquí, ahora, todo se termina en un aceptar que existes, quitarte las manos titiriteras de mi vida y tenerte, tan solo, como una herramienta de aviso para saber cuando me estoy durmiendo en tus brazos, y levantarme nuevamente a mi vida.
Y me has endulzado tanto tiempo mis oídos, mis ojos, mi boca y mi orgullo; que hoy elijo aprender el sabor de cada cosa por su propio sabor, y madurar, y saber.
Aquí, dentro mío, es donde se libran todas las batallas. No allí fuera, como me has dicho.
Comentarios