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Entre un paciente y un terapeuta I

Estaba el paciente hablando, diagramando sus ideas para darles una forma concreta para que al salir de su boca tuviesen el sentido correcto; y cerca de él estaba el terapeuta con oídos que recibían la información y sin emitir sonido hasta que lo hacía.

Y pudo formular una oración con cierto sentido hacia su adentro, luego de haber estado "revoleando" sus culpas a un otro y una otra situación; y cuando comenzó a profundizar pudo ir viendo por donde venía aquello que lo estaba aquejando.
De a poco fue brotando una palabra de entre muchas otras palabras y al llegar a la superficie lo hizo con el estruendo de un trueno, revelando aquello que había sucedido justo un segundo antes. Y sus pocas lágrimas brotaron desde sus ojos y su cara se aniño.
Y lo que le sucedía, contó, era que le dolía el rechazo, le dolía haber sido rechazado; le dolía que aquellos a los que el había amado y brindado su amor lo había rechazado sin siquiera mirarlo a los ojos.
Esta última palabra fue la gota que rebalsó sus ojos y comenzó a llorar sentidamente.

Delante suyo, el terapeuta lo escuchaba mientras iba viendo como aquella persona adulta iba cambiando sus gestos y rasgos para ser el infante que fue dolido en ese tiempo pasado.
Y al tiempo que le permitía llorar sin emitir sonido alguno, ya que para él era muy valioso que se pudiese comunicar desde su parte más pura.

Pasados unos cuantos segundos, casi llegando a los dos minutos, el terapeuta le comienza con su trabajo que siempre lo caracterizaba; en perfecta armonía de palabras y momentos iba trabajando en cooperación con su paciente para que se pudiese ver lo que él estaba viendo.

"Y si aquella mamá y aquel papá te lastimaron, rechazaron y negaron lo hicieron por ignorantes. No tenían noción de lo que hacían porque era así como los habían educado.
Ellos hicieron sin sentir lo que hacían; hicieron lo que hicieron como autómatas de la acción, sin presencia ni sentir.
Ellos no quisieron lastimarte, ni rechazarte y negarte es que tan solo no te vieron. Estaban ausentes en sus vidas y nunca te pudieron ver.
Ahora, la raíz de este tema, está aquí frente a mi. Esa raíz eres tu.
Y para bien nutrir esa raíz hay que alimentarla sana y amorosamente. Y para ello hay que perdonar a aquella mamá y aquel papá que fueron -y siguen siendo-.
Porque al perdonarlos, es como vas a poder encontrar tu salud, tu perdón en ti.".

Luego de este bloque de información permaneció un momento en silencio, percibiendo como cada palabra se iba asimilando por su paciente, viendo como aquella figura aniñada iba encontrando el sentido de todo lo dicho.

Y allí, cuando la última letra caló en el paciente, el prosiguió con unas pocas palabras más.
"El amor no duele; lo que nos duele es la carencia de amor... y nos duele porque ponemos la expectativa de nos den amor aquellos que pueden no saber que significa aquello.
El dolor duele como baliza señalizadora para poder sanarlo; para poder ser mejor uno mismo mejor persona.

Sana tu dolor.

Lleva el dolor del abandono, del rechazo y de la negación hacia el amor propio; y no te rechaces, niegues ni abandones a ti mismo aquí y ahora.

Permite que esa raíz se nutra de las lágrimas que provienen del dolor que está siendo sanado y siente crecer en ti el amor que ya existía pero lo desvalorizabas.

Perdona internamente a tu papá y a tu mamá, y a aquella persona que fuiste y abrázala con amor, dándole la atención que hoy en día requiere."

Y allí culminó esa sesión, ambos dos en silencio se despidieron; con un abrazo de por medio y un amoroso gesto de aceptación de uno y del otro.

Expectativa Cero


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