Creció el niño que fui, y se convirtió en mi.
Nació limpio y puro, y llegué a ser pura dureza y dolor.
Creció el niño que fui, sonriente entre juegos.
Y los juegos fueron dejando de serlo en cuanto tuve que ser adulto.
Creció el niño que fui, libre entre risas, besos y abrazos.
Y la culpa, el rencor y el dolor fueron entristeciendo mi cara y corazón.
Creció el niño que fui, y él ahora llora dentro mío.
Lloro con él, y lo abrazo. Recompongo mi relación.
Escucho lo que dice y presto atención; más sabe el niño de vida que de obligación.
Elijo jugar con él, jugar conmigo; y en ese tiempo voy conectándome con mi mejor parte.
De esos tiempos tuve la habilidad de crear fantasías y hacerlas realidades, por el tiempo que quería y luego las veía irse, precedidas por nuevas fantasías y realidades.
El juego de un niño es el suspiro de un ángel.
Dejo caer la culpa, que me hicieron tener y cargar.
Dejo libre al rencor, al volver a sentir repetidamente en mi corazón ira y dolor sin hacer nada al respecto.
Abro mi boca para que la risa se explaye y con ella mi cuerpo vibre en alegría y emoción.
Ablando mi cuerpo, acepto lo que soy; y en ese aceptar está la decisión de cambiar lo que no elijo ser.
Elijo crear una fantasía y hacerla realidad.
Como un niño corro cuando tengo pasión.
Como un niño abrazo cuando amo desde el corazón.
Como un niño río cuando soy feliz.
¿Quién nos ha enseñado a no ser aquello que es sano?... ¿Quién nos ha enseñado a distanciarnos de él?.
No importa.
¿Quién, sino yo, es capaz de elegir como sentirme?... ¿Quién, sino yo, elije como vivir mi vida?.
Aquí todo comienza y termina en amor.
Comentarios