Han pasado tantos años de estar aquí, que ya lo siento como mi hogar.
Las texturas, los colores y aromas; las formas y yo, dentro de ellas, congeniamos a la perfección y acoplamos como un puzzle perfectamente armado.
El frío del piso y la luz que entra, escasamente, por aquella ventana. El sonido vago de algo que no se que es, pero que ya adopto como propio.
Es que en este lugar todo lo he aceptado como propio, por imposición y decreto.
Como la cantidad de veces que llega la comida, y yá no existe en mi la necesidad de comer algo más que este arroz insulso y esta polenta casi rancia. Hasta a veces llega el sorpresivo acompañante de un pan, el cual está seco pero para mi es recién hecho.
El aire entra de a poco a mis pulmones, los cuales ya saben que su capacidad es la de medio pulmón.
El techo no tiene una lámpara para encender, y es mejor así ya que mis ojos se han acostumbrado. Sería doloroso tener mayor caudal de luz.
Y con todo esto, mi cuerpo se nutre y transita la vida.
He aceptado vivir en una prisión, y me he adecuado a ella. He diagramado el espacio, el tiempo y las medidas de mi confín.
Nada más grande que mi posibilidad de hacer algo nuevo, todo acotado a la repetición deshumanizada de un ser que padece la vida.
Esta celda la he construido yo, con mis propias manos, ideas, emociones y acciones. La he adornado sin ninguna gratificación, como castigo de lo que no merezco.
El alimento, el aire, el agua y la luz son los nutrientes para desarrollar mi potencial; y a estos también los he racionado, me los he auto mezquinado.
Y han pasado tantos años en este lugar, que ya lo veo mio, lo siento mio, lo huelo mio; han pasado tantos años que ya no hay diferencia entre él y yo.
Dejo esta nota escrita sobre esta piedra, labrada con mis propias uñas y ablandada con mis lágrimas de dolor y consciencia.
Dejo esta nota, que no puede ser borrada, para aquel que venga a esta celda. A esta celda imaginaria que existe en cada uno.
Dejo esta nota escrita para sembrar dentro de este lugar frío y sin vida; la semilla de la consciencia, de la luz y la posibilidad de vivir.
Que brotará con quien la riegue con amor, su amor, y la nutra con la luz, su luz.
Aquella prisión que me encerraba, y eso creía yo. Cuando en realidad, era yo quien me encerraba, y culpaba a algo mayor.
Parto de este espacio, siendo responsable de mi. Aprendiendo de esta semilla, el significado de vivir.
Persistir en nutrirme. De la luz, la toma de consciencia. De la tierra los alimentos. Y romper aquello que me limita; que me protege, porque el todo aguarda mi aparición.
Las texturas, los colores y aromas; las formas y yo, dentro de ellas, congeniamos a la perfección y acoplamos como un puzzle perfectamente armado.
El frío del piso y la luz que entra, escasamente, por aquella ventana. El sonido vago de algo que no se que es, pero que ya adopto como propio.
Es que en este lugar todo lo he aceptado como propio, por imposición y decreto.
Como la cantidad de veces que llega la comida, y yá no existe en mi la necesidad de comer algo más que este arroz insulso y esta polenta casi rancia. Hasta a veces llega el sorpresivo acompañante de un pan, el cual está seco pero para mi es recién hecho.
El aire entra de a poco a mis pulmones, los cuales ya saben que su capacidad es la de medio pulmón.
El techo no tiene una lámpara para encender, y es mejor así ya que mis ojos se han acostumbrado. Sería doloroso tener mayor caudal de luz.
Y con todo esto, mi cuerpo se nutre y transita la vida.
He aceptado vivir en una prisión, y me he adecuado a ella. He diagramado el espacio, el tiempo y las medidas de mi confín.
Nada más grande que mi posibilidad de hacer algo nuevo, todo acotado a la repetición deshumanizada de un ser que padece la vida.
Esta celda la he construido yo, con mis propias manos, ideas, emociones y acciones. La he adornado sin ninguna gratificación, como castigo de lo que no merezco.
El alimento, el aire, el agua y la luz son los nutrientes para desarrollar mi potencial; y a estos también los he racionado, me los he auto mezquinado.
Y han pasado tantos años en este lugar, que ya lo veo mio, lo siento mio, lo huelo mio; han pasado tantos años que ya no hay diferencia entre él y yo.
Dejo esta nota escrita sobre esta piedra, labrada con mis propias uñas y ablandada con mis lágrimas de dolor y consciencia.
Dejo esta nota, que no puede ser borrada, para aquel que venga a esta celda. A esta celda imaginaria que existe en cada uno.
Dejo esta nota escrita para sembrar dentro de este lugar frío y sin vida; la semilla de la consciencia, de la luz y la posibilidad de vivir.
Que brotará con quien la riegue con amor, su amor, y la nutra con la luz, su luz.
Aquella prisión que me encerraba, y eso creía yo. Cuando en realidad, era yo quien me encerraba, y culpaba a algo mayor.
Parto de este espacio, siendo responsable de mi. Aprendiendo de esta semilla, el significado de vivir.
Persistir en nutrirme. De la luz, la toma de consciencia. De la tierra los alimentos. Y romper aquello que me limita; que me protege, porque el todo aguarda mi aparición.
Comentarios