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Aquel lápiz, aquel papel

Hoy tomo el último retazo de este papel para escribir en él una última frase.

Todo esto comenzó hace décadas atrás, con un papiro, un lápiz y yo. Este papel era para mi y para que haga con él lo que guste y lo que crea más conveniente.
Al inicio, lo utilicé con diversos propósitos y de diversas formas; con él limpie mis mocos y sudor, realicé garabatos y dibujé lo mejor que pude animales y paisajes. Lo usé para realizar aviones y pelotas pequeñas de papel para atacar a lo que volaba.
Todavía, en aquel entonces no era lúcido para comprender y por ello continué con mis dibujos a mayor escala y a realizar pistas por donde imaginariamente circulaban los autos de carrera.
Cuando fui creciendo, pude comenzar a escribir en él ciertas oraciones con sentido. Claro está que el sentido de ellas era para descarga, demanda y quejas.
Los "me deben", "necesito", "por que" y los "yo no merezco" se presentaban, al menos una vez, en todas las frases.
Era como si el haber aprendido algo no me hubiese hecho mejorar mi saber y hacer, sino que me diera la herramienta de reclamar, recriminar y de exigir sin coherencia ni sentido.
Muchísimos de esos papeles quedaron en mis bolsillos, porque nadie los tomó; ¿quien se haría cargo de las exigencias de otro?. Suele suceder al revés, que las exigencias sean impuestas y no recibidas, y así fue que recibí exigencias desde otros papeles y estas acallaron las mías.
El dolor fue grande al recibir reprimendas y castigos; decretos de papel que acallaban mis demandas, necesidades. Pero aquel dolor estaba gestado desde la ausencia del deseo, y como podía saber yo sobre mi deseo si lo que me enseñaban era desde la necesidad, carencia, inseguridad y miedo.
Por esos silencios impuestos es que aquellos papeles llegaron a colmar mis bolsillos, y en ellos ya no entraban mis manos. Ellas primero pendían desde mis hombros como péndulos pero luego pude imitar un gesto de protesta por los cuales mis papeles se expresaban, comencé a cruzar mis brazos.
Esto no fue productivo ni positivo en mi vida, ya que el papiro, al menos la mitad de él, y el lápiz  estaban a un costado mío.
Por orgullo, tonto ciego y destructivo orgullo, deje de escribir y me negué y cerré. Deje de abrirme y comunicarme, deje de estar haciendo algo para mantenerme idiotamente estático, inmóvil, decretando mi obstinado pensar.
Alguna tarde, mañana o mediodía de hace unos años baje la mirada, deje esa visión perdida al horizonte, postura que copie de tantos otros que creía estaban bien y era lo correcto y vi que estaba a mi lado, todavía, aquel papiro y lápiz. Continuaba estoico a mi lado aun con mi desprecio, rechazo y mal trato.Ya era un adulto y había tenido mis golpes, varios, para poder darme cuenta que si algo mantiene su fidelidad es para algún fin especial, con algún propósito en si mismo.
Fue por ello que comencé a verlo con ojos bondadosos, a tocarlos con mejores manos que den y reciban amor al sentir.
Fui escribiendo frases y cada frase tenía un significado; y cada simbolismo que cada papel tenía me iba enseñando a mi mismo, y pensaba yo que era para reclamos y denuncias y en verdad era para actos de amor.
Las primeras frases fueron anulando, nivelando, a las tantas que se encontraban escritas en mis bolsillos; de a poco fui viendo, y sintiendo, que me encontraba menos pesado y molesto -porque 2 kilos de papel más que pesar, molestan e irritan-. Esas frases pusieron el precedente de que para avanzar debo estar posicionado en el inicio y no en el desbalance, porque allí la injusticia dicta y siempre es culpable todo y cualquiera.
Pude comenzar a quitar algunos papeles y volverlos a armar, de su bollo de ira y dolor y la posibilidad de reescribir en una superficie próspera para concebir. En ellos pude cambiar palabras de demandas por carencias, dolor por demostración de dolor, necesidades por deseos. Fui sanando los papeles, uno por uno, y con ellos fui sanando mi pasado y mi relación con aquél que fui, y estaba siendo dentro mío.
Este remendar, volver a corregir mi vida, me llevó varios años más; con lágrimas y sonrisas. Más sonrisas que lágrimas, más amor que dolor, más libertad que represión, más deseo que negación y reclamo.
Ya con los años avanzados pude escribir bellezas, llenas de amor, luz, y gratitud. Pude escribir deseo, propuestas y proyectos con un o unos otros. Me di la libertad creativa de cocrear amorosamente. Copie a la naturaleza con que todos sus frutos son para nutrir a un otro, mientras se nutre a si misma con la posibilidad de esparcir su semilla; y que cada semilla debe dejarse asentar, permitirle que tome contacto con la tierra, la madre receptora y dadora de vida, para que comulgue con ella y pueda revelar su propia identidad. Es decir que comprendí que cada papel no estaba fijo a mis deseos, sino que ellos plasmaban un deseo superior y que al momento de soltarlos y conectarlos con el todo su manifestación iba a ser la correcta, tal como debiera y no como yo creía, o tontamente imponía.
Y llegó el momento en que el lápiz ya era tan solo una punta casi sin cuerpo, y que al papiro era tan solo el recuerdo de lo que fue en una simple porción de hoja.
En ese momento, había comprendido sus significados -del papel y del lápiz- y pude escribir una última frase, la cual desee que se pusiera delante de cada ojo que se abra, al despertar en su mañana o de una siesta y al momento del nacer; y por sobre esos momentos, que se vea fugazmente al momento de pestañear.
Que en esta imagen se lea esto que escribo aquí, antes de mi partir que es inminente. Y que en parte también lo escribo para mi, que cerraré mis ojos con este mensaje.
Un mensaje de luz, de consciencia y de atención. Para poder vivir mejor. para poder ser mejor. Para estar en comunión y unión con todo y todos. Para restablecer la frecuencia que nos han enseñado a vibrar. Para comprender de que se trata la vida, que no es otra cosa más que para vivirla -y tan solo se puede vivir con amor-.
 "Bienvenido"

Expectativa Cero


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