Aquella tarde de invierno de noche larga y día escaso donde el sol se presenta como si tuviese pudor de ser visto, se levantó para ir a buscar agua la cual iban a utilizar por la noche. Debía de hacerlo mientras hubiese luz ya que sino se congelaba y había aprendido que el era responsable por quienes lo acompañaban.
Salió con desgano, ya que aquella rutina era desgastante; porque no podía decirle a nadie más que la haga. Y no podía hacer eso por su propia responsabilidad. Él era el responsable y parte de ello era saber su rol y callar para hacer.
El frío se le pasaría con el movimiento y el cansancio se iría por breves segundos, mientras mirase al sol. Ese era su motivador en días así, en tiempos así.
El sol y su familia, eran los dos tambores que escuchaba dentro de su pecho. Era el ritmo que tenía para continuar avanzando, respirando, sonriendo y haciendo. En un constante y seguro palpitar.
Sabía que todo iba a cambiar, siempre sucedía. También había aprendido que no se puede confirmar para donde cambiará, si hará calor o si hará, aún, más frío. Pero la certeza del cambio era certeza inamovible.
La naturaleza cambiaba, los días cambiaban, el modo de vivir cambiaba; en igual modo sucedía internamente. Y esas experiencias, del cambio interno fueron ratificándole que entre él y la naturaleza no había diferencia alguna.
Esto era lo que le enseñaba a sus hijos y que compartía en prolongadas charlas, entre risas y miradas cómplices, con su pareja.
Esa tarde llegó a su cierre y luego la noche con su luna y nubes...
Y hoy, en esta tarde de fresco, entre edificios y bocinas, entre auto y smog, está un hombre que sale temprano por la mañana, y la mujer por igual, a buscar papeles para que haya posibilidad de alimento por las noches.
Donde tan poco se acuerdan de la naturaleza y del cambio. Donde buscan prevalecer inmutables tanto externa como internamente, donde niegan que las cosas cambien y que todo tiene que ser como ellos disponen. Donde el corazón late sin sentido, manteniendo una vida artificial, sin pasión ni voluntad.
Esta tarde, él y ella están ausentes de lo que sucede en la vida, en el mundo, en la naturaleza ya que se creen por sobre la vida, el mundo y la naturaleza.
Desgarrados de la realidad, viven en su fantasía...
Sintieron lo que en un entonces los hacía humanos y lloraron. Sus lágrimas buscaron despertarlos con suaves caricias pero ellos las tomaron como rasguños malévolos de un monstruo que los acecha por las noches, todas y cada una, y por los días, a cada reflejo del sol sobre sus pupilas.
Disociados han quedados entre lo que son y lo que deben ser.
Disociada está la sociedad entre la funcionalidad disfuncional y la vida del ser humano, basadas en el amor, fraternidad y libertad.
Pero siempre existirán aquellos que deben salir a "buscar el agua", porque de ellos depende que el humano vuelva a tener delante el "ser" -ser humano-.
Y quien dice, que puedas ser tu este espécimen raro; que puede estar latiendo dentro tuyo o ya haya despierto.
Salió con desgano, ya que aquella rutina era desgastante; porque no podía decirle a nadie más que la haga. Y no podía hacer eso por su propia responsabilidad. Él era el responsable y parte de ello era saber su rol y callar para hacer.
El frío se le pasaría con el movimiento y el cansancio se iría por breves segundos, mientras mirase al sol. Ese era su motivador en días así, en tiempos así.
El sol y su familia, eran los dos tambores que escuchaba dentro de su pecho. Era el ritmo que tenía para continuar avanzando, respirando, sonriendo y haciendo. En un constante y seguro palpitar.
Sabía que todo iba a cambiar, siempre sucedía. También había aprendido que no se puede confirmar para donde cambiará, si hará calor o si hará, aún, más frío. Pero la certeza del cambio era certeza inamovible.
La naturaleza cambiaba, los días cambiaban, el modo de vivir cambiaba; en igual modo sucedía internamente. Y esas experiencias, del cambio interno fueron ratificándole que entre él y la naturaleza no había diferencia alguna.
Esto era lo que le enseñaba a sus hijos y que compartía en prolongadas charlas, entre risas y miradas cómplices, con su pareja.
Esa tarde llegó a su cierre y luego la noche con su luna y nubes...
Y hoy, en esta tarde de fresco, entre edificios y bocinas, entre auto y smog, está un hombre que sale temprano por la mañana, y la mujer por igual, a buscar papeles para que haya posibilidad de alimento por las noches.
Donde tan poco se acuerdan de la naturaleza y del cambio. Donde buscan prevalecer inmutables tanto externa como internamente, donde niegan que las cosas cambien y que todo tiene que ser como ellos disponen. Donde el corazón late sin sentido, manteniendo una vida artificial, sin pasión ni voluntad.
Esta tarde, él y ella están ausentes de lo que sucede en la vida, en el mundo, en la naturaleza ya que se creen por sobre la vida, el mundo y la naturaleza.
Desgarrados de la realidad, viven en su fantasía...
Sintieron lo que en un entonces los hacía humanos y lloraron. Sus lágrimas buscaron despertarlos con suaves caricias pero ellos las tomaron como rasguños malévolos de un monstruo que los acecha por las noches, todas y cada una, y por los días, a cada reflejo del sol sobre sus pupilas.
Disociados han quedados entre lo que son y lo que deben ser.
Disociada está la sociedad entre la funcionalidad disfuncional y la vida del ser humano, basadas en el amor, fraternidad y libertad.
Pero siempre existirán aquellos que deben salir a "buscar el agua", porque de ellos depende que el humano vuelva a tener delante el "ser" -ser humano-.
Y quien dice, que puedas ser tu este espécimen raro; que puede estar latiendo dentro tuyo o ya haya despierto.
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