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Entre un paciente y un terapeuta II

Dar y recibir, así debe ser el movimiento de la rueda. No concebía que hubiera aquellos que recibieran y no dieran.
Cada vez que se cruzaba con gente así se sentía usado, mejor dicho abusado por ellos. Le robaban al tomar sin dar, ultrajaban un acto amoroso con desprecio y desdén.
Siempre había vivido en el acto de dar al momento de recibir porque aquello es lo que lo gratificaba y conectaba con sus valores.
Sentirse pleno en el acto de dar como en el de recibir, comprender que había una armonía entre ambas personas. Que existía el ciclo natural y cósmico...

Esto le explicaba, de forma clara e intensa al terapeuta. Se lo explicaba con tono sereno, mayormente, aunque a veces tenía explosiones de indignación, ingratitud e impotencia de ver como la gente abusaba, absorbía y parasitaba. Esto último podía hacer que todo se borre de su mente, de su juicio, y que solo viese el infierno danzando libremente por este lugar que casi siempre comprendía como la posibilidad del paraíso, y lo veía como una posibilidad porque allí radicaba su elección y determinación.
La elección de él como de todos los que lo rodeaban e interactuaban con él. Y un acto que buscaba el beneficio individual, que tomaba sin siquiera agradecer, que aprovechaba de aquel que daba con amor, era un suceso de perdición, de no logro de aquel paraíso en esta tierra.

Se veía como se transformaba su cara. De una persona plácida a una que tenía un dolor en sus entrañas. Su cara se retorcía, sus ojos se inyectaban de un odio invisible, su expresión se teñía entre ira y venganza , entre injusticia e impotencia.

Todo esto le contaba mientras en la otra silla, la otra persona -el terapeuta- escuchaba sin inmutarse, sin denotarse partidario de un lado, de una idea, de una acción. 
Escuchaba y veía, procesaba. Recibía toda la información sin comprometer su estado, porque había comprendido que no debía haber un compromiso emocional personal; porque ello hacía que todo pierda sentido, y él lo perdía en el mientras tanto.

Luego de escuchar todos sus argumentos y explicaciones, al terminar de ver sus mutaciones en su cara y la tensión que su cuerpo adquirió y liberó; se quedó observándolo un momento, esperando a que aquella persona sentada frente a él volviera a ser el mismo. Y esto lo definió el acto de acomodarse en la silla, de volver a apoyar su espalda contra el respaldo y relajar sus brazos.
Ahora si, era el momento en que el paciente se encontraba receptivo. Lo conocía y veía en sus ojos el deseo de una respuesta o devolución de su parte.

No solía preguntar, no le gustaba, no era su estilo de asistir. No era su modo de abordar y trabajar en conjunto el preguntar, él optaba más por una devolución y desde allí comenzar a profundizar en lo que se proponga desde la otra silla.
Y así lo hizo, comenzó su respuesta.
"Dar y recibir es un acto natural y cósmico. Debemos tener precaución al momento de demandar algo, si aquello que exigimos no es nuestro.
El recibir nos pertenece, es decir que podemos optar que recibir; podemos tomar diversas opciones y posibilidades desde donde recibir y que recibir desde cada lugar.
Yo doy y puedo disponerme a recibir de aquel al que le di. A veces sucede y otras no.
Lo que ahí pasa es que pongo mi bienestar en la otra persona.
Busco la justicia de mi acto en su acto. Me indigno si la otra persona toma y se va, o si utiliza sin reparar la mano que se lo acercó.
La indignación me hace a mi no digno; no digno de que?... de todo..."

Allí hizo un silencio profundo, para que cale hondo esto último.
La indignación de un acto de un tercero hacía que uno se sintiese no digo de vivir.

Y prosiguió.
"La indignación me quita el respeto a la vida, el amor a la vida. Paso a pararme de aquella vereda que es la antítesis de mi sentir y pensar.
Y este estado fue generado por un otro, por alguien más que por ahí nunca supo que yo estuve del otro lado de aquello que recibió. O por ahí si lo supo y no le importó o interesó.
Sentirme no digno de la vida está sucediendo dentro de mi. no en el otro.

Todo esto está sucediendo porque yo me paro y al extender mi mano, dando, la dejo en aquella postura, aguardando recibir. Pero solo de la persona a la que le di.
Sesgo mi capacidad de recibir, limito mi posibilidad de recibir. Concibo que solo es posible que reciba de aquel al que di... Y en ese momento me distancio del concepto natural del Dar y Recibir que tanto propongo."

Todo fue acompañado con gestos, actos y movimientos de brazos, expresiones de dolor y frustración. Le interesaba expresar con cargas visuales todo lo que se decía y llegaban a los oídos.
Elegía acceder al paciente con todos los sentidos posibles, buscaba generarle el sabor de lo que decía, que pudiera sentir en la yema de sus manos como se deslizaban aquellas palabras que pronunciaba.

Suavemente, buscando dar un cierre a esta sesión que era el mejor modo que había encontrado con esta persona en particular, continuó.
"Es decir, y aquí radica el eje de todo, que mi disposición de recibir debe ser diversa a la aplicada hasta hoy en día. Debo cambiar de emisor, para poder ser receptor. Es mi deber tomar consciencia de mi responsabilidad en este ciclo natural. 
¿Yo doy, a una persona?; ¿Una persona me da a mi?.
Y si lo vemos como que las personas, tanto yo como todos los demás son tan solo el medio del universo de interactuar con sigo mismo. Si pudiera concebir que el dar y el recibir es el flujo natural del cosmos; como es el océano en su ir y venir de y hacia la costa. 
Si pudiera cambiar la perspectiva de mi ver y salir de ese ego condicionado y atrapado y poder verme como una gota más del océano, como un pequeño grano de arena en la playa; comprendería que mi dar no es mío y que mi recibir no vendrá por la persona que le di.

Mi acto le pertenece al todo, al cosmos, a Dios... Y el acto de recibir debe ser colocado en aquella dirección.
Mis manos deben estar puestas en agradecimiento de recibir y sentirlo así.

¿Porque, que diferencia hay entre recibir y sentir que recibimos?... Ninguna, tan solo la creencia cierta interna de que aquello está sucediéndome."

Al terminar toda esta intensa reflexión dejó decantar lo dicho, permitió a las palabras, gestos, sabores y sentidos recalen bien en su adentro. 
Dio el espacio para que la sinapsis se produjera y que sucediera dentro del paciente la revelación de lo dicho y de lo próximo a decir.

"Todo comienza y termina en uno; siendo uno el todo. Todo acto desinteresado, todo acto amoroso, todo acto de ira y resentimiento también.
Todo acto que uno tiene y hace, se lo está realizando a si mismo. Nada le llega al otro más allá de lo material. Lo emocional, la carga del acto me pertenece y ello es lo que meya, lo que marca y lo que perpetua.
La gota de agua, constante y focalizada, orada la piedra y destruye aquello con lo que quiso conectar y abrazar.
Entonces, si todo comienza y termina en mi. Puedo elegir cual sea mi emisor, para yo ser el receptor.
Recibir es una cuestión de perspectiva...
La pregunta clave que debés hacerte, para la próxima vez que venga la ira, el odio, el resentimiento, la injusticia y la indignación a destronarte de tu lugar, es "¿De quien recibo realmente?"; y que esta pregunta te sirva de referencia para que puedas ver una nueva posibilidad. Y que puedas sentir esta experiencia de recibir amor del universo.
Tu dar, es una lapicera, por ejemplo. Tu recibir es el amor de haber hecho el justo acto que te enaltece y te hace digno de ser quien sos, de quien elegís ser y hacer."

Una sonrisa amplia dió el tiempo justo para cerrar el tema por día de hoy, por esta sesión. Y preparar todo para la próxima, que vendría con sus nuevas cargas y experiencias.

"La clave en todo en esta experiencia que llamamos vida es la perspectiva. Tomar perspectiva en la vida y de nosotros mismos, con nuestras cargas y condicionamientos, dolores y bloqueos. Ser conscientes que hay un nuevo modo de ver e interactuar, de conectar y de experimentar la vida que no era el que nos dijeron..."

Luego dicho esto, ambos se levantaron y se estrecharon la mano para luego darse un abrazo.
Como siempre sucedía, un acto amoroso de respeto y valoración mutua.

Y el paciente cerro con un "hasta la próxima" mientras en sus ojos se le podía ver el destello de la información recibida; toda ella danzante dentro de su cuerpo, acomodándose en los lugares correctos.

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