El sudor que comenzaba en la frene iba transitando la misma hasta llegar a las cejas, las cuales estaban ya saturadas de este liquido y no podían contener más ni tampoco desviarlo.
El sudor seguía su curso, bajando directamente al ojo. Se apoyaba en el lagrimal y desde alli se esparcía a todo el ojo. La salinidad de este agua producía una incomodidad y había que pasar la mano tanto por los ojos como por la frente cada vez con mayor frecuencia.
Los muslos estaban ya tensionados aun cuando no se estuviera haciendo fuerza con ellos. El agarrotamiento era algo que se sentía e iba a tener una noche de dolor y un descansar incomodo.
Sus pantorrillas le estaban avisando que el mover los pies les estaba costando cada vez más; hacían aviso por un leve tirón. Tirón previo al calambre.
El aire entraba por nariz, boca y poros. Si pudiera hacer que también por los oídos ingrese oxígeno, está sabido que lo estaría haciendo.
Los pulmones se balanceaban como un acordeón al ritmo de un tango. Expansión, contracción, expansión y nuevamente contracción. Con la velocidad y repetición de las acciones podría haber inflado un globo aerostático por su propia cuenta.
El corazón latía tan rápidamente que tomarse el pulso en esa circunstancia solo hubiera sido para generar miedos de una posible taquicardia.
Su cuerpo, completo, estaba siendo exigido y estaba denotando un desgaste importante. Aun así seguía respondiendo.
Respondía no a la cabeza, esta había sido apagada largo tiempo atrás; solo generaba dudas, ruidos y por ella el miedo se inmiscuía en el deseo.
El cuerpo respondía directamente a ese pulsar que se encuentra en el centro del pecho, en el medio de los pectorales. No hay una ubicación exacta, como tampoco es un órgano en si mismo.
El cuerpo le respondía a lo que algunos llaman alma, otros deseo, otros energía vital; todo concuerda que el cuerpo le estaba respondiendo, de manera perfecta, a un deseo y a una voluntad mayor.
Era como si el cuerpo supiera que aun en esas condiciones lo preciso para hacer era continuar.
Y así lo hizo; continuó. Pasó el desierto que había estado habitando en si mismo y comenzó a habitar la llanura y prados, a ver la naturaleza brotando dentro de si.
El camino externo era un paisaje que acompañaba su experiencia interna; era una vista que lo motivaba a seguir.
Y así lo hizo; continuó. Desde si mismo, por si mismo, para si mismo. En favor de todo y de todos.
Continuó y su cuerpo, aun cansado, se encontraba en sinfonía con su sentimiento. Ambos sentían la gloria del momento presente que estaban experienciando.
El sudor seguía su curso, bajando directamente al ojo. Se apoyaba en el lagrimal y desde alli se esparcía a todo el ojo. La salinidad de este agua producía una incomodidad y había que pasar la mano tanto por los ojos como por la frente cada vez con mayor frecuencia.
Los muslos estaban ya tensionados aun cuando no se estuviera haciendo fuerza con ellos. El agarrotamiento era algo que se sentía e iba a tener una noche de dolor y un descansar incomodo.
Sus pantorrillas le estaban avisando que el mover los pies les estaba costando cada vez más; hacían aviso por un leve tirón. Tirón previo al calambre.
El aire entraba por nariz, boca y poros. Si pudiera hacer que también por los oídos ingrese oxígeno, está sabido que lo estaría haciendo.
Los pulmones se balanceaban como un acordeón al ritmo de un tango. Expansión, contracción, expansión y nuevamente contracción. Con la velocidad y repetición de las acciones podría haber inflado un globo aerostático por su propia cuenta.
El corazón latía tan rápidamente que tomarse el pulso en esa circunstancia solo hubiera sido para generar miedos de una posible taquicardia.
Su cuerpo, completo, estaba siendo exigido y estaba denotando un desgaste importante. Aun así seguía respondiendo.
Respondía no a la cabeza, esta había sido apagada largo tiempo atrás; solo generaba dudas, ruidos y por ella el miedo se inmiscuía en el deseo.
El cuerpo respondía directamente a ese pulsar que se encuentra en el centro del pecho, en el medio de los pectorales. No hay una ubicación exacta, como tampoco es un órgano en si mismo.
El cuerpo le respondía a lo que algunos llaman alma, otros deseo, otros energía vital; todo concuerda que el cuerpo le estaba respondiendo, de manera perfecta, a un deseo y a una voluntad mayor.
Era como si el cuerpo supiera que aun en esas condiciones lo preciso para hacer era continuar.
Y así lo hizo; continuó. Pasó el desierto que había estado habitando en si mismo y comenzó a habitar la llanura y prados, a ver la naturaleza brotando dentro de si.
El camino externo era un paisaje que acompañaba su experiencia interna; era una vista que lo motivaba a seguir.
Y así lo hizo; continuó. Desde si mismo, por si mismo, para si mismo. En favor de todo y de todos.
Continuó y su cuerpo, aun cansado, se encontraba en sinfonía con su sentimiento. Ambos sentían la gloria del momento presente que estaban experienciando.
- Por fecha 19/04/2013 -
Matías Hugo Figliola
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