Mi abuelo, que en verdad no era mi abuelo sino un señor adulto que estaba en la plaza mientras yo, siendo niño, jugaba y el charlaba conmigo o mi mamá, me contó una historia.
Una historia que la repitió un par de veces, las veces que veía que yo me cerraba y que no quería prestar algún juguete, una pelota o aceptar que un otro niño quiera ser quien yo quería ser mientras jugábamos.
Esta historia esta en mi como parte de mi. Creo poder decir que este abuelo, mi abuelo de vida, me enseño bien lo que deseo.
"Había una vez un rey de un reino muy, muy, grande. Era el más poderoso de todos y el más fuerte de todos. Nadie lo enfrentaba porque le temían y porque, aparte, sabían que su destino era perder y morir.
Este rey era una persona que le gustaba hablar y contar sus proezas; sus logros y batallas tanto como sus hazañas y virtudes.
También le gustaba charlar con otra persona y hasta hace poco lo había logrado, momento en el cual quien lo escuchaba murió sin previo aviso; sin poder preparar a nadie para ocupar su lugar para este rey.
El, sintiéndose incomodo e inquieto ya que no tenía con quien hablar mando a llamar a alguien para que lo escuche. Alguien que estaba por allí cerca, dentro del castillo debió ir y sentarse en el lugar que había ocupado la otra persona.
El rey contó una historia, luego otra y la ronda de historias, proezas, logros, conquistas, dones y virtudes fueron sucediéndose una tras otra. En un momento, el oyente hace una pregunta mostrándole la duda, o la desconfianza, de que lo que decía era verdad.
El rey titubeo, ya que nunca había pasado tan cosa, y por unos segundo se quedo intentando explicar como podía haber hecho para lograr tal hazaña si en verdad no existían los dragones.
La respuesta del rey fue sencilla, rápida y directa. El oyente perdió la cabeza ante la primer orden.
Así vinieron varias personas, una tras otra. Hombres, mujeres, anciano, jóvenes; con el tiempo empezó a llamar a niños y hasta a animales. Llego un momento en que estaba tan solo él en aquel reino tan grande. Llego un momento en que se dió cuenta de que había mandado a matar a todos.
Y así quedo el rey, solo. Queriendo escapar de su miedo a estar solo; queriendo lograr ser querido. Matando a los demás por pensar diferente. Matando a los demás por no adularlo.
Un buen rey siempre sabe escuchar, siempre sabe comprender al otro y entender que a veces el otro también tiene para decir, para opinar, para hacer, para usar. No todo es siempre de uno, porque el mundo no es de uno solo.
El mundo es de todos y eso lo sabe quien lo comparte."
Y así terminaba su cuento, dándome una suave y bella caricia en mi cabeza y alentándome a ser una mejor persona. Y deseo pensar que lo ha logrado.
Una historia que la repitió un par de veces, las veces que veía que yo me cerraba y que no quería prestar algún juguete, una pelota o aceptar que un otro niño quiera ser quien yo quería ser mientras jugábamos.
Esta historia esta en mi como parte de mi. Creo poder decir que este abuelo, mi abuelo de vida, me enseño bien lo que deseo.
"Había una vez un rey de un reino muy, muy, grande. Era el más poderoso de todos y el más fuerte de todos. Nadie lo enfrentaba porque le temían y porque, aparte, sabían que su destino era perder y morir.
Este rey era una persona que le gustaba hablar y contar sus proezas; sus logros y batallas tanto como sus hazañas y virtudes.
También le gustaba charlar con otra persona y hasta hace poco lo había logrado, momento en el cual quien lo escuchaba murió sin previo aviso; sin poder preparar a nadie para ocupar su lugar para este rey.
El, sintiéndose incomodo e inquieto ya que no tenía con quien hablar mando a llamar a alguien para que lo escuche. Alguien que estaba por allí cerca, dentro del castillo debió ir y sentarse en el lugar que había ocupado la otra persona.
El rey contó una historia, luego otra y la ronda de historias, proezas, logros, conquistas, dones y virtudes fueron sucediéndose una tras otra. En un momento, el oyente hace una pregunta mostrándole la duda, o la desconfianza, de que lo que decía era verdad.
El rey titubeo, ya que nunca había pasado tan cosa, y por unos segundo se quedo intentando explicar como podía haber hecho para lograr tal hazaña si en verdad no existían los dragones.
La respuesta del rey fue sencilla, rápida y directa. El oyente perdió la cabeza ante la primer orden.
Así vinieron varias personas, una tras otra. Hombres, mujeres, anciano, jóvenes; con el tiempo empezó a llamar a niños y hasta a animales. Llego un momento en que estaba tan solo él en aquel reino tan grande. Llego un momento en que se dió cuenta de que había mandado a matar a todos.
Y así quedo el rey, solo. Queriendo escapar de su miedo a estar solo; queriendo lograr ser querido. Matando a los demás por pensar diferente. Matando a los demás por no adularlo.
Un buen rey siempre sabe escuchar, siempre sabe comprender al otro y entender que a veces el otro también tiene para decir, para opinar, para hacer, para usar. No todo es siempre de uno, porque el mundo no es de uno solo.
El mundo es de todos y eso lo sabe quien lo comparte."
Y así terminaba su cuento, dándome una suave y bella caricia en mi cabeza y alentándome a ser una mejor persona. Y deseo pensar que lo ha logrado.
- Por fecha 27/03/2014 -
Matías Hugo Figliola
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