Me contaron que para saber cuanto merezco, tengo que saber cuanto recibo. Y para saber cuanto recibo, mejor persona tengo que ser.
Y mientras me contaron esta historia y tantas otras más, como el respeto al otro y la educación, como el amor y el jugar y que la envidia y la violencia no llevan a nada, vi como se dibujaban mentiras y fachadas de un hacer que era el que ponderaba.
Poder manipular la información para llegar a manipular a la persona. Que el valor existe por lo que se tiene y que lo que se és, no es relevante. Erigir buenos actos y dulzura para tapar el mal trato y la ira.
Saber comunicarme y llegar a las masas, pero que no se vea la manipulación y el control sometido sobre ella. Expresarme con palabras cándidas y gestos amorosos para cubrir la violencia y la profanación.
Todas estas historias han llegado a mis oídos; y gracias a unos pocos también han llegado los actos sin velos que se cometen.
Estas pocas personas, que no son tan pocas, andan en su senda de hacer y dar. De multiplicar sin ser vistos ni escuchados, ser tomados como un susurro del momento.
Es que ellos no buscar el reconocimiento, pues ellos ya se conocen. No tienen la necesidad de volver a definirse a si mismos ni ante un otro y menos que alguien los defina.
Trabajadores invisibles. Son operadores de la luz; labradores de la esencia del humano.
Las historias no los nombran, porque nunca han atacado a un otro para someterlo ni esclavizarlo. Tampoco han creado ideologías para imponerse sobre otras y subyugar.
Las historias no los nombran, porque las historias están escritas por aquellos que levantan el velo del amor y por detrás sucede el horror.
Ellos andan libres dentro de un sistema que no llega a controlarlos, más si un poco condicionarlos.
Ellos andan con ciertas condiciones; pero ellas no pesan en su hacer y su vivir. Sus valores no son las posesiones materiales ni lo que otros le otorgan; sus valores son los que ellos ven sobre si mismos.
La luz llega e ilumina a todos, y cada uno de esta raza, en estos momentos de sombras e ilusiones. En estos momentos de confusión y miedo, de desesperación y necedad.
Es que al momento de que todo se alumbre, ya no hay modo de ocultarlo, ni negarlo, más que ocultándose a uno mismo y negándose a uno mismo.
Caemos presos de lo que nos tiene porque le entregamos el poder, porque nos subyugamos y entregamos la posibilidad de vivir libre y conscientemente... Y como sería si fuese diferente?.
¿Cómo sería si las historias que nos cuentan de chico fuesen la realidad de los grandes?.
¿Cómo sería si el amor, la paz y la libertad precedieran todos nuestros actos?.
Y si creemos que no podemos; ¿cómo es que tantos han podido?.
No existe esa habilidad especial para lograrlo, tan solo el deseo y la certera convicción en el hacer.
La luz alumbra y llega por todos nuestros poros al alma que subyace en nosotros.
Ella y la luz hablan el mismo idioma; acallemos la mente y despertemos el corazón.
Que el dolor se sienta de una vez por todas y que se pueda hacer para sanarlo.
Que el amor se sienta de una vez por todas y que llegue la paz por darle el nombre real a cada cosa.
Despierta...
Despierta...
Despierta...
La vida es una sola, y te la estás perdiendo (y me la estoy perdiendo).
Y mientras me contaron esta historia y tantas otras más, como el respeto al otro y la educación, como el amor y el jugar y que la envidia y la violencia no llevan a nada, vi como se dibujaban mentiras y fachadas de un hacer que era el que ponderaba.
Poder manipular la información para llegar a manipular a la persona. Que el valor existe por lo que se tiene y que lo que se és, no es relevante. Erigir buenos actos y dulzura para tapar el mal trato y la ira.
Saber comunicarme y llegar a las masas, pero que no se vea la manipulación y el control sometido sobre ella. Expresarme con palabras cándidas y gestos amorosos para cubrir la violencia y la profanación.
Todas estas historias han llegado a mis oídos; y gracias a unos pocos también han llegado los actos sin velos que se cometen.
Estas pocas personas, que no son tan pocas, andan en su senda de hacer y dar. De multiplicar sin ser vistos ni escuchados, ser tomados como un susurro del momento.
Es que ellos no buscar el reconocimiento, pues ellos ya se conocen. No tienen la necesidad de volver a definirse a si mismos ni ante un otro y menos que alguien los defina.
Trabajadores invisibles. Son operadores de la luz; labradores de la esencia del humano.
Las historias no los nombran, porque nunca han atacado a un otro para someterlo ni esclavizarlo. Tampoco han creado ideologías para imponerse sobre otras y subyugar.
Las historias no los nombran, porque las historias están escritas por aquellos que levantan el velo del amor y por detrás sucede el horror.
Ellos andan libres dentro de un sistema que no llega a controlarlos, más si un poco condicionarlos.
Ellos andan con ciertas condiciones; pero ellas no pesan en su hacer y su vivir. Sus valores no son las posesiones materiales ni lo que otros le otorgan; sus valores son los que ellos ven sobre si mismos.
La luz llega e ilumina a todos, y cada uno de esta raza, en estos momentos de sombras e ilusiones. En estos momentos de confusión y miedo, de desesperación y necedad.
Es que al momento de que todo se alumbre, ya no hay modo de ocultarlo, ni negarlo, más que ocultándose a uno mismo y negándose a uno mismo.
Caemos presos de lo que nos tiene porque le entregamos el poder, porque nos subyugamos y entregamos la posibilidad de vivir libre y conscientemente... Y como sería si fuese diferente?.
¿Cómo sería si las historias que nos cuentan de chico fuesen la realidad de los grandes?.
¿Cómo sería si el amor, la paz y la libertad precedieran todos nuestros actos?.
Y si creemos que no podemos; ¿cómo es que tantos han podido?.
No existe esa habilidad especial para lograrlo, tan solo el deseo y la certera convicción en el hacer.
La luz alumbra y llega por todos nuestros poros al alma que subyace en nosotros.
Ella y la luz hablan el mismo idioma; acallemos la mente y despertemos el corazón.
Que el dolor se sienta de una vez por todas y que se pueda hacer para sanarlo.
Que el amor se sienta de una vez por todas y que llegue la paz por darle el nombre real a cada cosa.
Despierta...
Despierta...
Despierta...
La vida es una sola, y te la estás perdiendo (y me la estoy perdiendo).
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