Caen las escamas mientras crece el hambre.
Vuelas las plumas mientras se aviva el fuego.
Vuela con rumbo fijo mientras fue fijada por un pico.
Corre por su vida mientras le corren por, también, su vida.
Todo pendula entre dos "posiciones"; mientras nosotros intentamos mantener al péndulo agarrado, para que no se mueva, para darnos esa seguridad que tanto clamamos. Y allí salimos nosotros, volando con el péndulo, de aquí para allá, de un extremo al otro, entre emociones, pensamientos, ideas, obligaciones; entre -supuestas- moralidades y dolores, entre negaciones y mantos para cubrirlas -y que parezcan elecciones-.
Y el péndulo cuelga desde algún lugar, y es tenido por un alguien. Y digo un alguien y no un algo, porque las cosas no tiene cosas, las cosas sostienen en tanto una entidad puede sostener algo -porque es aquel quien puede soltar cuando guste-.
En ese volar entre polos nos va desgastando, y agotando. Nos lleva sin un cometido real por la vida real -Ya que la vida es, entre las ilusiones la más real de todas ellas-.
Existe la posibilidad de cambiar este modo, este esquema, estas pautas, estos patrones, estas estructuras que rigen lo que debería ser nuestra vida.
Para lograr eso, debemos cambiar el paradigma; debemos ser quien tiene el péndulo y no quien es zamarreado por él.
El cambio radica en soltar, perder, aceptar, aprender, encarnar y accionar. En tener con nuestras propias manos, nuestra propia vida. Resignificar los valores y las prioridades.
Que la paz sea la guía; y si no llegas a ella, que la calma sea tu consejera.
Que el amor sea tu nido; y si no llegas a él, que el perdón sea el camino.
Vuelas las plumas mientras se aviva el fuego.
Vuela con rumbo fijo mientras fue fijada por un pico.
Corre por su vida mientras le corren por, también, su vida.
Todo pendula entre dos "posiciones"; mientras nosotros intentamos mantener al péndulo agarrado, para que no se mueva, para darnos esa seguridad que tanto clamamos. Y allí salimos nosotros, volando con el péndulo, de aquí para allá, de un extremo al otro, entre emociones, pensamientos, ideas, obligaciones; entre -supuestas- moralidades y dolores, entre negaciones y mantos para cubrirlas -y que parezcan elecciones-.
Y el péndulo cuelga desde algún lugar, y es tenido por un alguien. Y digo un alguien y no un algo, porque las cosas no tiene cosas, las cosas sostienen en tanto una entidad puede sostener algo -porque es aquel quien puede soltar cuando guste-.
En ese volar entre polos nos va desgastando, y agotando. Nos lleva sin un cometido real por la vida real -Ya que la vida es, entre las ilusiones la más real de todas ellas-.
Existe la posibilidad de cambiar este modo, este esquema, estas pautas, estos patrones, estas estructuras que rigen lo que debería ser nuestra vida.
Para lograr eso, debemos cambiar el paradigma; debemos ser quien tiene el péndulo y no quien es zamarreado por él.
El cambio radica en soltar, perder, aceptar, aprender, encarnar y accionar. En tener con nuestras propias manos, nuestra propia vida. Resignificar los valores y las prioridades.
Que la paz sea la guía; y si no llegas a ella, que la calma sea tu consejera.
Que el amor sea tu nido; y si no llegas a él, que el perdón sea el camino.
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